La tragedia humanitaria que padecemos los venezolanos ha afectado la esperanza de densos sectores de nuestra sociedad llevándolos a tomar la decisión de abandonar el país, dejando atrás residencia, familia y amigos para ir a otros confines buscando mejorar su calidad de vida.
La pérdida de la esperanza afecta también a millones de compatriotas aún residentes en nuestro territorio. Piensan que no hay posibilidad alguna de lograr un cambio capaz de ofrecerles mejores oportunidades.
Esa pérdida de la esperanza representa un desafío monumental para el liderazgo político y social del país. Rescatar la esperanza es nuestro desafío.
Con esperanza, en cada corazón venezolano, podemos construir una fuerza ciudadana capaz de motorizar el cambio político para abrirle cauce a la democracia y para impulsar un poderoso movimiento espiritual capaz de transformar la cultura decadente de las últimas décadas en nuestra nación. El desafío del cambio político y cultural debemos asumirlo para poder lograr el gran cambio del modelo económico, con el cual devolver a nuestros compatriotas calidad de vida.
De ordinario la mayoría de las personas centran su atención en el problema económico, en el colapso de los servicios públicos y en los efectos externos de la galopante pobreza que nos arropa cada día. Es natural que así sea. Los seres humanos nos enfocamos, en primera instancia, en atender los problemas existenciales y luego atendemos otros asuntos. Especialmente los relativos a la vida en sociedad.
Ya esa realidad la estudió y la documentó el sociólogo y psicólogo norteamericano Abraham Harold Maslow quien formuló su teoría de la jerarquía de las necesidades humanas. La conocida pirámide de Maslow ubica la atención de las personas a sus necesidades fundamentales para vivir, tales como la alimentación, hidratación, descanso, integridad física y seguridad de vida. Eso hace que densos sectores de la sociedad no se detengan a examinar las causas de la tragedia humanitaria, sino que coloquen su atención en poder sobrevivir a la misma.
No obstante los sectores sociales que tienen medianamente resueltos los problemas existenciales están obligados a examinar la problemática más allá de sus manifestaciones externas, y en consecuencia a trabajar para atacar las causas que producen esa situación. Y no hay duda que la primera tarea es de orden espiritual. Levantar la esperanza, persuadir y crear el estado de ánimo de que si podemos lograr un cambio y una vida de calidad, con justicia y equidad. Educar respecto de las causas de la tragedia, para poder crear, igualmente, las condiciones con las cuales atacar la compleja problemática en la que estamos inmersos.
Estamos entonces ante un desafío de orden político y cultural de grandes dimensiones. No cabe duda de la urgencia del cambio del sistema de gobierno para abrir el cauce a la democracia y con ella insuflar un aliento cultural motivador, constituido por una línea ética y espiritual que movilice a la ciudadanía para reconfigurar los valores de la convivencia y para insuflar un aliento motriz, capaz de despertar una conducta pro activa en la búsqueda del bien común.
Un país con estado de derecho, con una población altamente motivada y con políticas económicas racionales, tiene la oportunidad de superar un cuadro de estancamiento y ruina económica. Pero si ese país, es uno como el nuestro, dotado de riquezas y activos naturales, así como de recursos humanos de valía, puede lograr, más rápidamente, salir de la precariedad.
Venezuela puede lograr un milagro económico en un tiempo relativamente breve. El nivel del daño causado ofrece la posibilidad de aprovechar sus riquezas con una agresiva participación del capital privado, ello hará necesaria la reconstrucción de toda su infraestructura de servicios. Esa descomunal tarea ofrece otro gran desafío para toda nuestra sociedad.
El mismo debe involucrar a las universidades, a los gremios, empresarios, trabajadores, partidos, iglesias, en fin a toda organización de la sociedad. En la medida que la población internalice que el cambio económico está estrechamente vinculado al cambio político y cultural, en esa misma medida, sumará su esfuerzo a la inmensa tarea de derrotar política y electoralmente a la autocracia dominante. Abramos cauce a la esperanza y asúmanos el desafío de reconstruir a nuestra Venezuela.