Hace 1.000 años una gran parte de la población sentía hambre regularmente, no existía luz eléctrica, tener agua en un hogar era un lujo, no había empleo remunerado y había un riesgo real de que si ofendías a alguien poderoso, tu vida y hasta la de tu familia estuviera en absoluto riesgo.
Para que las cosas cambien, ¿qué tiene que pasar?
Hay miles de respuestas a esta pregunta. Si piensas que el dinero es la principal respuesta o que hay que cambiar el gobierno para que las cosas cambien, tienes que reflexionar un poco más. De todas las ideas que puedas pensar, hay una que claramente destaca porque es la base que sostiene a todas las otras; el último reducto para que todo cambie eres tú. La vida no es lo que te pasa, sino como le pasas tú a lo que te pasa (Dr. Jorge Carvajal).
Todo parece estar en nuestra contra
La adversidad, la maldad, el dolor, la enfermedad, la vulnerabilidad… la muerte; todo parece estar a la puerta y asechar nuestras vidas. Aun si en este momento estamos en suerte y nos sentimos medianamente seguros, jugamos un juego mortal. No importa qué hagas, al final morirás.
¿Estás seguro de que con tus decisiones y actitud no estás haciendo tu estrecho mundo un poco más infernal?
Allí donde pongo mi atención se amplifica.
Hay cosas que puedo hacer para mejorar mi experiencia de vida.
Hay un antiguo dicho que reza, “Si tú cambias, el mundo cambia”. En los últimos 70 años, la ciencia y otras disciplinas han transformado nuestra comprensión de cómo percibimos la realidad. Biológicamente, nuestro campo de visión en alta resolución es muy estrecho. Vemos con máxima claridad un muy estrecho campo de nuestra visión. Si nuestro campo de visión fuera todo en alta definición, nuestro cerebro tendría que ser 3 veces más grande; es una cuestión de supervivencia, no podríamos escapar de depredadores con una cabeza tan grande.
¿Qué limita la amplitud de nuestra visión en alta resolución?
Primero y antes que todo, las creencias. Luego la intención.
Por tanto, para ampliar nuestra vida necesitamos conocer nuestro sistema de creencias y definir muy bien nuestros objetivos; así podremos ver mejor lo que nos rodea y actuar inteligentemente en el mundo.
Desde hace mucho sigo una premisa que me ha ayudado enormemente:
El cielo y el infierno son un mismo lugar,
si no construyo el cielo donde estoy,
no lo encontraré en ningún lado.
Verás es mi apreciación que el infierno es revolotear en lo que las cosas NO son; el cielo se hace con mi esfuerzo en construir lo que puede ser con lo que tengo.
¿Por qué escribo esta columna?
Yo a los 16 años tuve la gran fortuna de salir de nuestras fronteras y ver otro mundo y otras culturas. A los 18 vivía solo y me responsabilicé de mí mismo a muchos niveles. La fortuna fue ver con perspectiva el mundo en que crecí, ver a Venezuela desde afuera con creencias transformadas. Sentí entonces que era el hombre más afortunado del mundo por haber nacido en nuestra bella patria.
Hoy Venezuela me duele, la tengo en un puño dentro de mi corazón. Reconozco que el problema no es el gobierno, no es la injusticia, no es la maldad… todo ello son los síntomas de un cáncer que se ha expandido y está ahora muy arraigado en toda nuestra sociedad.
Hace 200 años
La visión de unos hombres desató el espíritu de libertad e independencia de todo un continente, hoy los hombres que dirigen nuestra nación usan los recursos de nuestra amada Venezuela para exportar totalitarismo a todo el continente. Nuestros próceres a comienzos del Siglo XIX visionaban a largo plazo, veían todo un continente unido, una América que requeriría generaciones para construirse.
Esa visión fue la misma que a finales del Siglo XX constituyó a la Unión Europea. ¿Qué les permitió a estos hombres del Siglo XVIII la determinación de trabajar y arriesgar sus vidas por un resultado que no verían consumado en sus vidas? Estoy seguro de que eran sus convicciones y firme voluntad de seguir esa visión que compartían. Sin embargo, esa determinación sólo lo pueden tener individuos íntegros que definen sus principios y se apoyan con otros con similares convicciones.
Nos vendría bien incorporar estos valores de integridad y visión a largo plazo en nuestras vidas.
La responsabilidad que tenemos con nuestra vida
No importa qué pase en los próximos años en Venezuela o en el continente Sur Americano, vienen tiempos muy difíciles, y sólo quedarán de pie los que estén preparados para enfrentar esa tormenta; no serán necesariamente los que estén mejor enchufados o tengan más dinero.
Precisamente porque jugamos un juego mortal, no es sólo nuestra familia, amigos, sino también el resto de la sociedad, también los hijos de nuestros hijos y todos los que aún no han nacido. Tenemos que aclarar nuestros principios y establecer nuestros objetivos y, sobre todo, dejar de hacer nuestro entorno más infernal de lo que es. Si crees que no lo estás haciendo y que el problema está afuera, o no te conoces lo suficiente o desconoces la naturaleza humana.
Necesitamos asumir responsabilidad personal, para descubrir cómo estamos colaborando para hacer las cosas peor para nosotros y para nuestro entorno, para luego forjar una visión de vida a largo plazo. Y nada, pero nada que esté afuera, te impide lograr eso para ti, tu familia y descendientes.