EL VENEZOLANO COLOMBIA | LATINAMERICANPOST
«La peor pesadilla que haya tenido», así es como Adrianny Ortega, una niña de 8 años venezolana, describió su paso por el Tampón del Darién a periodistas de The New York Times.
Julie Turkewitz y Federico Ríos siguieron los pasos de un grupo de migrantes por 112 kilómetros para contar la travesía a la que se enfrentan cada día cientos de migrantes. El reportaje, llamado «Una niña y un sueño se perdieron en la selva», ha sido viral en las redes sociales y ha llevado la historia de inmigración y rostro de Sarah Cuauro, de 6 años, a diversos lugares.
Así, Sarah se ha convertido en el rostro visible de una tragedia humanitaria en la que se repiten historias con un rasgo en común: las penurias de la migración insegura y forzada. Las cifras de infantes caminando por esta selva ha alcanzado máximos históricos: 32.500 niños y niñas han pasado por el Darién en los últimos diez meses.
La mitad de ellos menores de 5 años y cerca de 900 no están acompañados por sus padres. Se trata de un aumento en un 10% respecto al 2021.
Este pedazo de selva que conecta a Colombia con Panamá es un paso obligado para aquellos migrantes que buscan ir desde Suramérica a Estados Unidos. Se estima que 211.355 personas han cruzado el Tapón de Darién en 2022 (hasta octubre). En sus maletas, llevan los sueños de un futuro con mejores oportunidades. Esto les da la valentía para emprender un viaje que no tiene ninguna garantía.
Durante las extenuantes jornadas de viaje, los niños, niñas y sus familias están expuestos a los peligros de cruzar una selva: picaduras de insectos, ríos crecidos, deshidratación, falta de alimento, enfermedades tropicales y altos niveles de exigencia física. A
Asimismo, son vulnerables diversas formas de violencia, «incluido el abuso sexual, el tráfico y la explotación», señala UNICEF en un comunicado de prensa. Además, esta organización indica que tanto en Panamá, como en otros países a los que llegan flujos migratorios, hay un desbordamiento en la recepción de los niños migrantes, que impide que reciban servicios básicos que den respuesta a sus necesidades.
En este sentido, la migración forzada e insegura es uno de los desafíos más grandes en América Latina y El Caribe, que tiene un impacto devastador para la protección de la infancia. «Actualmente, hay dos crisis migratorias importantes: el movimiento desde el Norte de Centroamérica hacia México y los Estados Unidos, y la crisis migratoria venezolana. Los niños y niñas son vulnerables a la trata de personas y al tráfico ilícito de migrantes, especialmente las niñas que son más vulnerables a la violencia, el abuso y la explotación», informa la organización Save The Chlidren.
Aunque el Tapón del Darién es uno de los puntos más neurálgicos en las rutas que siguen los migrantes en la región de las Américas, las penurias y situaciones de vulneración de derechos para los migrantes, específicamente en la niñez, se repiten en varios puntos geográficos. De acuerdo con datos de la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), a la mitad del 2022, había 32,5 millones de refugiados, 53,1 millones de refugiados internos, 4,9 millones de personas buscando asilo y 5,3 millones de otras personas buscando protección. De los refugiados, el 76% provenían de 6 países: Siria, Venezuela, Ucrania, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar.
Peligros más allá del viaje
Además de los daños físicos y emocionales a los que se exponen los pequeños en los caminos migratorios inseguros, también sufren vulneraciones a sus derechos en los lugares de destino. Así lo recoge un reciente informe de UNICEF, titulado «Negación de los derechos Los efectos de la discriminación sobre la infancia». Los migrantes son especialmente susceptibles a sufrir por los discursos de exclusión y discriminación, y más aquellos que llegan en condiciones económicas desfavorables. «Los gobiernos deben proteger a los niños contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, la nacionalidad, el origen étnico, el idioma y la religión de su familia, entre otros factores», asegura Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF, como introducción al mencionado informe.
No obstante, es una realidad que hoy esa protección no está siendo efectiva para todos los niños. De acuerdo a información de ACNUR, los menores de edad refugiados tienen 5 veces menos posibilidades de estar en la escuela que los demás. Las secuelas físicas y emocionales de los difíciles trayectos, así como el aprendizaje de un nuevo idioma y la adaptación a un nuevo contexto, son obstáculos adicionales que pueden limitar el desarrollo de su potencial.
Así es que los problemas de la migración no se limitan a las difíciles travesías. Las familias que logran llegar a sus destinos deseados, por ejemplo Estados Unidos o algunos países de Europa, se enfrentan a situaciones de discriminación, racismo institucional, imaginarios sociales y dificultades para acceder a garantías que les permitan ejercer sus derechos. «En los Estados Unidos, la raza es el factor que mejor predice el acceso a los servicios de agua y saneamiento. Las familias afroamericanas y las latinas tienen casi el doble de probabilidades de carecer de instalaciones completas de fontanería que las familias de raza blanca, mientras que las familias indígenas tienen 19 veces más probabilidades», señala el informe de UNICEF.
Cada niño y niña del mundo debería tener garantizada su protección, atención y servicios para su bienestar, sin importar su origen y las razones por las cuales migró. Para esto, se requieren más esfuerzos de la comunidad internacional y la sociedad civil, pues es una situación que tiene unas dimensiones enormes. Lo cierto también es que no basta con una asistencia que se limite a suplir necesidades básicas, igual de importante es una asistencia no racista, no discriminatoria e intercultural.
Adicionalmente, no hay duda de que cada vez serán más los desplazados por fenómenos naturales y migrantes climáticos, y fenómenos violentos seguirán sucediendo. Por estas razones, es necesario que las estrategias, normas y políticas de atención a migrantes sean cada vez más incluyentes y efectivas. Por último, también es fundamental no permitir que los discursos de odio y anti migrantes, impulsados por la extrema derecha y otros sectores radicalizados, terminen difundiéndose y aceptándose. Es necesario que como ciudadanos promovamos contra narrativas que pongan en el centro la dignidad humana.