«No tenemos reportada ninguna rotura en esa zona», contesta con voz cansada la empleada del servicio de atención al cliente del monopolio de telecomunicaciones cubano. Es la quinta vez que llamo en el mismo día para quejarme porque no funciona la navegación web desde mi móvil, pero Etecsa solo da vagas explicaciones: «quizás hay congestión en la red». Casi cuatro años después de aterrizar el acceso a internet en los celulares de esta Isla, estar conectado sigue siendo un dolor de cabeza.
Con más de siete millones de líneas de telefonía móvil activas y unas tarifas que le permiten embolsarse cifras también millonarias cada mes, cualquiera supondría que esta empresa estatal ha ido haciendo con los años un proceso de inversiones y mejoras que potencien la experiencia de sus abonados.
Sin embargo, en lugar de beneficios y nuevas funcionalidades, los cubanos hemos visto deteriorarse en los últimos meses nuestra conectividad a la gran telaraña mundial. Como el cangrejo, las redes de Etecsa han ido hacia atrás en estabilidad y velocidad de transmisión de datos.
MÓVILES DESCONECTADOS
Hay que aclarar que el menoscabo del servicio no es igual para todos. En la Redacción de este diario ocurre, cada vez con más frecuencia, que la red 4G que está funcionando a las cinco de la madrugada para cuando llega el amanecer desaparece y deja nuestros móviles desconectados y prácticamente inútiles para ciertas labores periodísticas.
Casualmente, el servicio se restablece en horas de la tarde o de la noche, sin que ningún operario de la empresa sepa respondernos sobre las razones de la interrupción. A otros periodistas independientes, activistas y opositores cubanos les ocurre algo parecido, pero Etecsa no responde –en lo más mínimo– por sus derechos como clientes que pagan un servicio.
Como la ingenuidad es lo primero que se pierde cuando se vive bajo el totalitarismo, ya hace rato pasamos por aquellas primeras especulaciones de que tal vez se trataba de un problema técnico que afectaba a todo el barrio, una tormenta eléctrica que dañó la torre de transmisión de telefonía más cercana o un apagón que dejó inútil los servidores de datos de la empresa. Tras indagaciones y preguntas, solo nos queda concluir que estas dificultades que experimentamos se deben a una decisión política.
Como la ingenuidad es lo primero que se pierde cuando se vive bajo el totalitarismo, ya hace rato pasamos por aquellas primeras especulaciones de que tal vez se trataba de un problema técnico que afectaba a todo el barrio
Por voluntad de un régimen que es alérgico al libre flujo informativo, los cubanos debemos chapotear en una internet minusválida en la que los archivos audiovisuales tardan una eternidad en publicarse y un largo infierno en descargarse.
Significativamente, estas dificultades se hacen mayores cuando se intenta acceder a redes como Facebook, una plataforma que se ha convertido en el muro de denuncias de la ciudadanía cubana y donde aparecen, casi siempre, las primeras imágenes de cualquier protesta popular que ocurra en la Isla.
«Tumbaron internet, seguro que en algún lugar se tiraron para la calle», escuché decir a una joven en una larga cola para comprar pan hace varios días. La mujer tenía razón. Después de que varios en la fila intentáramos, sin resultado, revisar nuestro buzón de email o chatear con un amigo, nos enteramos de la manifestación en El Cepem y los reclamos de un grupo de pobladores de esa pobre comunidad de Artemisa para que la policía no reprimiera su intento de salida del país.
La lógica de «no hay conexión a la web, es que debe estar pasando algo que el oficialismo quiere esconder» va fraguando como una certeza con cada «coincidencia» entre el apagón de datos y el hecho contestatario.
Como Etecsa no responde y tiene cero transparencia sobre lo que realmente ocurre, a los clientes de este monopolio de telecomunicaciones nos queda especular y atar cabos. Podemos concluir, por ejemplo, que desde las protestas populares del 11 de julio de 2021 nuestro acceso a la gran telaraña mundial es más precario. También suponemos que los acuerdos en materia informática que el oficialismo ha anunciado recientemente con Rusia y anteriormente con China no son para ampliar los marcos de autonomía de los internautas, sino para todo lo contrario.
A los sitios censurados, los cortes de servicio móvil y la censura de palabras claves en los mensajes de solo texto (SMS), Etecsa ha ido sumando capas y capas de nuevas restricciones hasta dejarnos con un acceso a la web lastrado y totalmente vigilado. Inspirado probablemente en los excesos de Pekín, el régimen cubano ha ido erigiendo su propia gran muralla para filtrar los «perniciosos» efectos del libre flujo de contenido y pretende que ese muro llegue hasta un límite en que desistamos de usar las redes como plaza cívica virtual.
Si hace 14 años comencé mi blog Generación Y con una vieja laptop y, poco después, abrí una cuenta en Twitter a la que enviaba mensajes a ciegas por SMS, no serán estos vaivenes de la conectividad los que me impidan seguir reportando la Cuba profunda. Pero temo que lo que hoy son cortes y caídas en la calidad del servicio para muchos clientes de Etecsa, mañana sean calabozos, golpes y condenas. No se trata de kilobytes sino de libertades.