EL VENEZOLANO COLOMBIA
La zanja es una fosa de alrededor de metro y medio de lado que separa los dos países. La custodian militares chilenos: el gobierno del izquierdista Gabriel Boric, en el poder desde el 11 de marzo, mantuvo el estado de excepción en el norte de Chile para que la policía reciba apoyo militar en el control fronterizo.
Pero esos uniformados no pueden abarcar los 861 kilómetros de frontera y tampoco hay casi efectivos del lado boliviano.
Los traficantes de personas, coyotes o “chamberos” están por doquier y tienen claro por dónde cruzar la zanja sin ser vistos, servicio por el que cobran alrededor de 100 dólares por migrante. Aunque a veces los abandonan en el camino.
También ayudan a cargar a los niños. “Son como equipaje”, dice la hermana Eli, porque no pueden atravesar la ruta caminando.Así luce una parte de la denominada Zanja, custodiada por militares chilenos – Foto: AFP / Jose Bernal
Los más temerarios lo hacen de noche: se adentran en el desierto y sus siluetas se pierden en el horizonte. Otros prefieren el amanecer o la tarde, como un grupo que espera junto al restaurante del pueblo. Uno de sus integrantes habla con un tal don Ramiro y acuerdan encontrarse en un punto cercano por donde él los hará cruzar.
“Vamos a pasar ilegales. (…) Vamos hacia Chile porque muchos familiares de nosotros están allá”, asevera Manuel Henríquez, venezolano de 26 años, antes de partir.
La policía boliviana no detiene a nadie, pero la situación les pesa. “Chile comete muchas violaciones a los derechos humanos de los extranjeros”, advierte un agente boliviano. “Con niños, personas de la tercera edad… Es muy triste”, lamenta. En febrero, las cancillerías de ambos países ―sin lazos diplomáticos desde 1978― acordaron una mesa de trabajo sobre migración, pero aún no hay avances.«La Zanja se puede detallar fácilmente, además de estar custodiada por militares chilenos – Foto: AFP / JORGE BERNAL
Más de seis millones de personas han dejado Venezuela en los últimos años,de acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), y más de medio millón está en Chile.
Escapan de la violencia y escasez en su país, a veces a pie, y protagonizan una de las crisis migratorias más graves de la historia. Pero adonde llegan encuentran, en ocasiones, discriminación e incluso ataques xenófobos, como en Chile, donde les incendiaron un campamento.
Un estudio de la organización R4V reveló que hasta 600 venezolanos entran a ese país de forma clandestina cada día desde Bolivia y Perú, una cifra que se disparó en los últimos dos años. Una de las principales entradas es Pisiga-Colchane, pese a estar cerrada desde hace dos años por la pandemia de covid-19.