EL VENEZOLANO COLOMBIA con información de Semana
En 2018, la venezolana Candy Faria decidió buscar mejores oportunidades en Colombia. Llegó a Cúcuta y durante cinco meses se dedicó a reciclar chatarra, plástico y cartón. Pero no estaba conforme. En Caracas había trabajado como cajera y ambicionaba algo igual o mejor. Así que se unió a un grupo de compatriotas que viajaban a pie hacia el interior del país.
Muchos pararon en Bucaramanga, otros miraron mucho más lejos, a Chile y Perú, pero ella tenía una idea fija en su cabeza: llegar a Bogotá, porque al menos allí tenía un amigo.
Solo por algunos días su amigo le pudo ayudar con hospedaje, pues el arrendador no quería nuevos inquilinos. Por varios meses, mientras seguía buscando algún trabajo, no tuvo otra opción que quedarse en la calle. Se defendió con empleos temporales e informales hasta que un día vio un anuncio que le llamó la atención. Una cadena de hamburguesas buscaba auxiliar de cocina y no especificaba si se necesitaba experiencia. Se postuló sin pensarlo dos veces.
“Allí me recibieron como una persona normal, sin tanta xenofobia”, cuenta Candy, de 32 años. Le pidieron el pasaporte para la apertura de una cuenta bancaria y varios días después ya estaba trabajando. El día de la entrevista conoció por casualidad a Emiliano Moscoso, el fundador de la empresa. No solo se quedó, sino que ascendió. Ya lleva tres años como administradora de una tienda.
Precisamente, Moscoso ha buscado que la historia de Candy no sea la excepción. Desde un principio, la vocación de la hamburguesería Sierra Nevada ha estado encaminada a brindarle oportunidades a todo tipo de población vulnerable: personas con discapacidades, madres cabeza de hogar, víctimas del conflicto o jóvenes sin experiencia. “Cuando empezamos a ver la crisis migratoria, nos vimos en la obligación de ayudar. Al principio, muchos clientes nos dieron palo. Fuimos testigos de la xenofobia”, cuenta.
CON ESTATUS IRREGULAR
Según la Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, se calcula que hay 5,4 millones de refugiados y migrantes venezolanos en el extranjero. Colombia es su destino principal. El Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM) registra que para enero del año pasado vivían 1,7 millones de venezolanos en Colombia, de los cuales el 56,4 por ciento permanecían con estatus irregular.
Asimismo, de acuerdo con el Dane, entre octubre de 2019 y septiembre de 2020 el desempleo acumulado para la población migrante venezolana que llevaba menos de un año en el país llegó al 21 por ciento, casi el doble que para un colombiano.
En el caso de los migrantes que llevan en Colombia cinco años, la tasa de desocupación llegó al 17,2 por ciento en 2020, ligeramente inferior.
LOS ESFUERZOS
Una competitividad inclusiva es uno de los grandes retos para las empresas colombianas, recalcaba Bruce Mac Master, presidente de la Andi, en el informe que reunió casos exitosos de inclusión de población migrante. Allí se destacaron los esfuerzos conjuntos de organizaciones como Claro Colombia, Dugotex, Sierra Nevada, Compensar, Acnur, Fupad, la Embajada de Canadá y Cuso International.
“El core de nuestro negocio es cómo la tecnología logra transformar la vida de la gente. Una de nuestras iniciativas es darles la oportunidad de inclusión a personas en condición de vulnerabilidad con altas barreras de acceso al mercado laboral”, explica María Consuelo Castro, gerente de Claro por Colombia, el programa de sostenibilidad de esta compañía.
Dentro de todas las poblaciones que se atienden, la migrante tiene un espacio. “Con el apoyo de nuestras empresas aliadas y de terceros, los acompañamos para que puedan obtener una formación en el proceso de preselección, selección, convocatoria y, posteriormente, vinculación laboral”, explica Castro.
Y este es un punto relevante, pues, como explica la gerente, la población vulnerable necesita un acompañamiento particular. “La condición de vulnerabilidad genera brechas importantes. Un ejemplo sencillo: hay personas que superan las pruebas y al final del proceso se dan cuenta de que necesitan lentes ópticos y no tienen cómo adquirirlos. En esos casos, hablamos con alguno de nuestros aliados, les compramos las gafas y así la persona puede ser contratada”, agrega.
Ese proceso de acompañamiento es clave no solo para impulsar la contratación, sino para disminuir la tasa de deserción. Para eso, incluso antes de que se inicie cualquier proceso, Claro realiza sesiones de sensibilización sobre el cargo, además de apoyo psicológico y jurídico. “Para personas que no son de Bogotá, es importante una sesión de capacitación para que puedan orientarse en la ciudad”, explica Castro.
Las alianzas son otro aspecto fundamental para articular estos esfuerzos. Dugotex, reconocida empresa colombiana de la industria textil, cuenta con varios programas de contratación enfocados en poblaciones vulnerables: Tricolor, por ejemplo, hace énfasis en la población migrante venezolana. “En este programa intervienen alianzas con Fupad, ACDI/VOCA Colombia o la Alcaldía de Bogotá, que tienen bases de datos con hojas de vida de muchos venezolanos que están buscando oportunidades”, cuenta Roxana Mendoza, gerente de Gestión Humana de Dugotex.
Mendoza resalta la importancia del acompañamiento en cada uno de los momentos de un proceso de contratación. “Al trabajar con población vulnerable es fundamental hacer un proceso de sensibilización. En una segunda instancia, nuestro equipo intenta orientarlos al máximo, con qué EPS se pueden afiliar o los beneficios de la caja de compensación”.