Migrantes venezolanos denuncian abusos en México

• Un informe de Human Rights Watch revelan la dura realidad que enfrentan los venezolanos, acosados por bandas criminales y la extorsión de los funcionarios mexicanos

EV COLOMBIA | CLARÍN

La organización de defensa de derechos humano Human Rights Watch (HRW) difundió un dramático informe donde revela la violencia y los abusos que sufren los migrantes venezolanos, y de otros países de la región, en México, cerca de la frontera con Estados Unidos.

Desde enero del 2019, cuando el entonces gobierno de Donald Trump hizo efectivo el cierre de la frontera de Estados Unidos, hubo numerosas expulsiones de demandantes de asilo hacia territorio mexicano, donde grupos criminales aprovecharon para extorsiones y secuestrar a estos grupos vulnerables, compuesto en su mayoría por mujeres y niños.

Muchos de los migrantes han revelado a la ONG que temían denunciar los abusos sufridos en México a las autoridades y que, a menudo, no lograban tramitar los documentos necesarios para trabajar, recibir atención médico o enviar a sus hijos al colegio.

«Decenas de miles de familias migrantes, incluyendo venezolanos que buscaban protección frente a la tortura, la persecución política y las detenciones arbitrarias, han sido abandonadas por los gobiernos de Estados Unidos y México en un contexto en el cual sufren extorsión y violencia en México», ha lamentado José Miguel Vivanco, director para las Américas de HRW.

Los migrantes denunciaron que son extorsionados tanto por grupos criminales como por policías. (Bloomberg)

Los migrantes denunciaron que son extorsionados tanto por grupos criminales como por policías. (Bloomberg)

Las víctimas relataron que soportaron vejaciones tanto de grupos criminales como de funcionarios policiales de México. “No entiendo quién es un criminal y quién es la ley”, declaró un hombre a HRW.

Los gentes de migración o policías mexicanos, contaron, “los sacaron de micros o de filas en el aeropuerto y amenazaron con deportarlos si no les pagaban un soborno”. Inclusive los intimidaban advirtieron que los iban a entregar a los carteles narcos.

Por otro lado, los migrantes son víctimas de bandas delictivas que pululan por los cruces fronterizos, estaciones de autobuses e inclusive hoteles. Hubo secuestros y extorsiones permanentes.

“Me aterra salir. No sé qué es peor, si estar aquí o en Venezuela”, dice una mujer venezolana entrevistada por el equipo de HRW.

En estado de gran vulnerabilidad, sufren secuestros y abusos de grupos criminales. (Bloomberg)

En estado de gran vulnerabilidad, sufren secuestros y abusos de grupos criminales. (Bloomberg)

Historias de los migrantes

Angel. Junto a su familia llegó a Monterrey para cruzar a EE.UU. En la frontera, un agente mexicano los sacó de las filas y los dejó toda una noche en una celda. A la mañana les exigió 100 dólares por persona para no deportarlos. Pagó y siguieron hacia Ciudad Juarez.

Allí los policías sacaron de la fila a todos los venezolanos y otra vez les exigieron 100 dólares por persona. Como Angel se negó los detuvieron y a la noche los llevaron a un callejón abandonado. Allí los golpearon, rompieron las valijas y les quitaron los 3.000 dólares que habían juntado para el viaje. Se quedaron sin nada.

Yaneth. Con su esposo Rafael llegaron a Reynosa en autobús y le pidieron a un taxista que los llevara a un conocido albergue para migrantes. Pero el conductor los llevó a una casa abandonada, donde estaban secuestradas varias familias procedentes de Honduras, Cuba y El Salvador.

Los secuestradores les exigieron 500 dólares para dejarlos libres. Pagaron y pudieron seguir. “Nunca denunciamos el secuestro a la policía. Teníamos demasiado miedo”, dijo Yaneth.

Josué. Cuando él y su familia llegaron a Reynosa, ingresaron su nombre en la lista de metering, un sistema que limita la cantidad de personas que pueden solicitar asilo cada día en los puertos de entrada de EE.UU.

Dos días después, mientras esperaban su turno en la lista para presentarse en la frontera para solicitar asilo, un hombre se les acercó en el vestíbulo del hotel y les dijo que trabajaba para el “dueño” del puente fronterizo y que debían pagar una “comisión” de 300 por persona para poder cruzar. Les dijo que si no pagaban o si le decían a la policía estarían en mayor peligro. Josué pagó.

Pero el hombre regresó días más tarde y le exigió 3.000 dólares. No tenían esa cantidad y entregaron lo que podían. Cruzaron a nado el río para llegar a la frontera de Estados Unidos. Allí fueron detenidos y regresados a México.

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