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La perseverancia con que el Gobierno cubano busca el Nobel de la Paz para las brigadas Henry Reeve en el contexto de la pandemia empieza a partir de ahora una nueva fase. Tras el cierre del plazo de candidaturas este lunes, la prensa oficial ha informado de la adhesión del cantautor Silvio Rodríguez al comité internacional que promueve la campaña a favor de la entrega del galardón al contingente médico.
Los medios del Estado han ido dando cuenta puntualmente de un goteo de apoyos que abarcan desde asociaciones hasta partidos políticos, legisladores o líderes internacionales, y con los que cuentan para la consecución de dos fines fundamentales.
Por un lado, embolsarse la dotación del premio que entrega anualmente el Comité Noruego y que actualmente asciende a nueve millones de coronas, casi un millón de dólares. Y, sobre todo, la legitimación y reconocimiento de una labor sanitaria que no está precisamente exenta de lucro, ya que reporta al Estado cubano más de 6.000 millones de dólares anuales, el triple que el turismo.
Los beneficios por la venta de servicios profesionales al exterior no estarían en el ojo del huracán si no fuera porque están basados en la explotación de los trabajadores que mantienen el esquema, médicos y enfermeros de todo tipo de especialidades que se alistan en estas misiones alentados por un salario superior al que perciben en Cuba aunque el Gobierno se queda con el 70% o, en algunos casos, el 90% de la paga de cada uno de ellos.
EL PERSONAL SANITARIO ES VIGILADO PARA QUE NO SE RELACIONEN
Además, durante su tiempo en el exterior están fuertemente controlados para evitar que se relacionen con la población local y, sobre todo, que huyan del país. Algo que es prácticamente imposible de evitar en la gran mayoría de viajes y pese a que tal audacia está castigada con la prohibición de regresar a Cuba durante ocho años.
A pesar de la cantidad de organizaciones que han alertado de la situación de esclavitud que viven los sanitarios cubanos en estas misiones internacionales, a la candidatura cubana no le han faltado promotores.
Este lunes, el francés Didier Lalande, presidente de la Asociación de Amistad Cuba Linda, recibió el sello conmemorativo del 60 aniversario del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) de manos de su líder, el exespía cubano Fernando González Llort. Lalande fundó Cuba Linda en 1998 y desde entonces ha trabajado promoviendo el intercambio con la Isla facilitando los viajes de muchos de sus compatriotas a la Isla, pero además, fue el primero en promover, el pasado abril, la nominación a la brigada Henry Reeve a través de una carta que ha sido firmada por más de 2.400 personas.
El inicio de la carrera por el premio lo determinó su alianza con Michel Lambert, un diputado francocubano que ha militado en partidos de distinta ideología (desde ecologistas a liberales) y que fue quien presentó la documentación necesaria para formalizar la candidatura el pasado septiembre, cuando se abrieron las inscripciones.
LAS EXIGENCIAS DEL COMITÉ DEL NOBEL PARA RECIBIR POSTULACIONES
La presentación de propuestas al Comité del Nobel está restringida a unos pocos. Para poder realizarlas se ha de ser miembro del Legislativo o Ejecutivo de algún Estado, integrante de un tribunal internacional, rector de Universidad y profesor de varias materias, director de instituto vinculado a la paz y la política exterior, anterior galardonado o persona próxima al Instituto o Comité Nobel Noruego.
A la candidatura presentada por Lambert se unió la del Consejo Mundial de la Paz, un organismo fundado en Helsinki en 1949 en el contexto de la guerra Fría y alineado con la URSS. Hoy, su sede está en Atenas y declara abogar «por el desarme universal, la soberanía, la independencia, la coexistencia pacífica; y las campañas contra el imperialismo, las armas de destrucción masiva y de todas las formas de discriminación».
«Hay 14 tales brigadas trabajando con más de 500 médicos especializados y otros profesionales de la salud, hombres y mujeres valientes que han estado trayendo mucha ayuda necesitada a pueblos en diversos países y en todos los continentes, salvando incontables vidas y mostrando la empatía y bondad humanas por las cuales siguen siendo recordados dondequiera que han estado», reza la carta que este organismo dirigió a Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité Noruego.
La misiva presentada por el Consejo Mundial de la Paz ha sido divulgada por Granma a pesar de las estrictas normas de confidencialidad que impone el Comité Noruego y que impiden que se conozca durante un plazo de 50 años quiénes son los nominados. Las filtraciones son constantes y este año ya se sabe que optan personas como Alexéi Navalni, Greta Thunberg o Donald Trump y su yerno. También hay movimientos como Black Lives Matter o los Boy Scouts, la oposición bielorrusa, la asociación de jueces independientes de Polonia y verificadores de información, periodistas y activistas de zonas con conflictos.
En una liga similar a la de Cuba, la sanitaria en un año marcado por el covid-19, optarán al galardón la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI).
LOS DETRACTORES DE LA POSTULACIÓN
El Comité Noruego, sin embargo, se ha encontrado también con quienes presionan en sentido contrario. Entre los detractores más enérgicos a la candidatura cubana está la organización Archivo Cuba, que el pasado octubre dirigió una carta a los responsables de la elección (cuyos nombres se desconocen pero son cinco personas designadas por el Parlamento noruego) para explicarles las condiciones de trabajo de los nominados y lo que supondría otorgarles un reconocimiento moral como el que supone el prestigioso galardón.
«Nos vemos obligados a informarles de las pruebas abundantes y contundentes que hacen de este cuerpo médico parte intrínseca de un esquema de trata de personas por parte del Estado cubano, que supone una violación del derecho internacional», rezaba la carta, firmada por María Werlau.
El Nobel de la Paz del año pasado fue a parar al Programa Mundial de Alimentos de la ONU por «sus esfuerzos en la lucha contra el hambre, por prevenir su uso como arma de guerra y contribuir a mejorar las condiciones para la concordia en áreas en conflicto».
El premio ha buscado rehuir de la polémica y concitar cierto espíritu de la concordia durante muchos años, pero recientemente ha tenido varios tropiezos en esta tarea. Algunos expertos atribuyen las polémicas a la intención del Comité Noruego de «apadrinar» procesos de paz que muchas veces han sido controvertidos o no han salido bien, como ha sido el caso del galardón a Yasir Arafat, Shimon Peres e Itzak Rabin por los Acuerdos de Oslo, a Juan Manuel Santos por el proceso de paz en Colombia o Abiy Ahmed por facilitar una paz entre Etiopía y Eritrea que acabó dinamitando. Otro de los galardonados más criticados fue Barack Obama, cuyo premio se consideró más aspiracional que merecido, como lo demostró el balance final de su presidencia.
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