Hoy somos los balseros que nadie quiere, que nadie acepta| Por: Giovanny Martínez

➥ Giovanny Martínez es venezolano, de Caracas. En el 2019, se ganó una beca completa para estudiar en Pearson College UWC en Canadá. La migración venezolana ha sido su enfoque principal dentro de su trabajo académico

Tenía 13 años cuando, por primera vez, escuché historias en donde tiburones, olas gigantes y días sin comer formaron parte de las travesías de los cubanos que huían del régimen castristas y buscaban el sueño americano.

Desde La Habana a Holguín, en todas las casas que visité había retratos de familiares que se habían ido sin volver. Para mí, esas historias formaban parte de mi distracción diaria. Para ellos, eran parte de un pasado y un presente que no pueden olvidar.

Dentro de las historias, había algunas en las cuales la llegada fue exitosa, otras en las que no se sabía dónde estaban los náufragos y otras en donde sobrevivieron para contarlo, pero los regresaron al lugar de donde siempre quisieron escapar.

Ahora que lo pienso, todas esas historias tenían algo en común: escapaban de un régimen dictatorial buscando libertad y seguridad en tierras en donde no eran bienvenidos.

«Algo que aprendí de las historias de los cubanos es que el trauma nunca se olvida. Como ellos, nos estamos llenando de retratos e historias de esos que se fueron. Nos llenamos de vacíos y tristezas en el corazón por la pérdida de un querido»

HISTORIA DESDE PARIA

Hoy, las historias no llegan desde la isla caribeña, sino desde nuestra península de Paria en Venezuela. Son solo 100 kilómetros los que nos separan de una isla tan diferente a nosotros, pero vista como un oasis de oportunidad.

Hoy, somos nosotros los balseros que nadie quiere, que nadie acepta. Hoy, estas historias se han vuelto nuestro presente y seguirán siendo parte de nuestro futuro. Hoy, los cuerpos náufragos llegaron a nuestras costas. Algunos dicen que diez, otros que son veinte, pero ahí estaban sus cuerpos: descompuestos por la sal.

El problema se vuelve visible. Las redes sociales explotan y todos quieren opinar. Cuando simplemente lanzamos cacerolas de un lado a otro, dividiendo, polarizando, nos olvidamos de las vidas, de lo que importa. Nos olvidamos de que la visibilización es parte de un problema más grande. “Tres días de luto” dice una parte. Los otros maquillan la situación culpando a fuerzas externas y aquí seguimos todos: sufriendo por la falta de alimentos, agua, medicina, libertad.

Algo que aprendí de las historias de los cubanos es que el trauma nunca se olvida. Como ellos, nos estamos llenando de retratos e historias de esos que se fueron. Nos llenamos de vacíos y tristezas en el corazón por la pérdida de un querido.

Cuba aún no es libre. Ya veremos qué pasará en Venezuela…

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