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El venezolano Jorge Díaz recorre el bulevar más grande de Caracas con una enorme mochila a sus espaldas y unas galletas en las manos, que vende a los caminantes por un monto que a cualquiera que no conozca la realidad venezolana podría parecerle demasiado: un millón de bolívares.
Pero el número representa apenas un dólar estadounidense y, para simplificar las cientos de operaciones que realiza cada jornada, Díaz, al igual que casi todos en Venezuela, resta tres ceros a la moneda de manera automática cada vez que oferta sus productos.
«Uno dice 1.000 para no decir un millón, pero ya la gente sabe (el precio real), porque con 1.000 bolívares aquí no se compra ni un caramelo», dice el hombre de 35 años.
Cerca de él, la vendedora Yoxy Presillas atrae a los compradores con vistosos carteles y «combos de maquillaje» que también se venden por un millón de bolívares. O, mejor, por mil bolívares reconvertidos de facto. O, todavía mejor, por un dólar.
«Uno siempre abrevia, es una costumbre y es más fácil vender así», dice a Efe la mujer de 41 años, mientras mira con atención a dos policías que podrían desalojarla del bulevar e incautarle la mercancía.
Esta vez, no la sacan del lugar, pero, nerviosa, Presillas corta la conversación, no sin antes ofrecer otra imagen de la crisis venezolana: «También acepto comida (como forma de pago). Arroz, espaguetis, harinas».
LA CAÍDA DEL BOLÍVAR
Esta reconversión de facto es un fenómeno que empezó hace algunas semanas, cuando la moneda local sufrió una fuerte devaluación que elevó significativamente los precios.
Solo en noviembre, el bolívar se devaluó un 50,90 % frente al dólar, según se desprende de los datos que ofreció sobre la cotización de la moneda estadounidense el Banco Central de Venezuela (BCV).
«Un millón en otros países es algo, y aquí te vale esto, una simple chuchería», resume Díaz, mientras muestra sus galletas y caramelos.
«De verdad que es penoso (lo que pasa con) nuestra moneda», añade.
Para el economista y diputado del Parlamento venezolano Ángel Alvarado, el bolívar perdió una de las funciones básicas de todas las divisas: ser unidad de cuenta y servir como referencia de valor.
«En bolívares ya no sabes qué es mucho o poco. Eso demuestra que el bolívar perdió una de las cualidades de las monedas, que es ser unidad de cuenta», asevera.
Alvarado forma parte de una comisión del Parlamento, de actual mayoría opositora, que en 2016 comenzó a ofrecer datos sobre la inflación en vista del silencio informativo que mantenía el BCV.
Según el último informe, la inflación de Venezuela entre enero y noviembre pasado se ubicó en 3.045,92 puntos, lo que lleva al parlamentario a prever que el país permanecerá buena parte del 2021 en el escenario de hiperinflación en el que entró hace tres años.
OCHO CEROS MENOS
En 2008, el Gobierno del entonces presidente Hugo Chávez (1999-2013) eliminó tres ceros al bolívar, que pasó a llamarse «fuerte», en el marco de un paquete de medidas que pretendían afianzar la economía de la nación caribeña.
En la mente de los venezolanos, aún resuena el estribillo de una canción que celebraba la decisión y que se repetía constantemente en las televisiones y radioemisoras públicas: «Un país fuerte, una economía fuerte, un bolívar fuerte».
Pero el bolívar perdió esa condición de fuerza menos de una década después, tras años de la peor crisis que haya atravesado el país en su historia moderna, lo que obligó al Gobierno de Nicolás Maduro a poner en marcha otra reconversión y suprimir cinco ceros al bolívar, ahora conocido como «soberano».
Es decir, desde 2008 a la fecha, a la moneda venezolana se le han eliminado cinco ceros.
«El tema de la reconversión en una hiperinflación no tiene sentido, porque como la hiperinflación sigue tú conviertes la moneda hoy y esa moneda pierde validez al año, como ocurrió con el bolívar soberano», explica Alvarado a Efe.
«Seguramente va a hacer falta otra reconversión, pero, más que una reconversión, hay que acabar con la hiperinflación», añadió el legislador.
Cuando Maduro anunció su reconversión en 2018, destacó que los venezolanos ya se habían adelantado restando ceros a los precios de los productos, igual que está ocurriendo dos años después.
Entonces, como ocurre ahora, era más fácil realizar las operaciones comerciales si se corría la coma hacia la izquierda varias veces.
«La gente común en la calle no te dice un millón, sino 1.000, llega un momento en el que no pueden manejar una cifra», señala Alvarado.
Pero el vendedor Díaz encuentra una razón más patriótica para restarle ceros al bolívar, una divisa que usa el nombre del mayor prócer de la independencia latinoamericana, Simón Bolívar.
«Lo hacemos para no terminar de poner por el suelo a nuestra moneda», dice.
EL DÓLAR GANA TERRENO
En Venezuela, también toma forma una dolarización de facto, que impuso la ciudadanía ante el ahogo económico y que es vista con buenos ojos por Maduro, que en días pasados la consideró como un «respiro» para la golpeada economía venezolana.
Ya es común que productos de bajo costo sean ofrecidos en dólares, algo que un par de años atrás solo se hacía con grandes bienes como viviendas o autos de lujo.
«En Venezuela la unidad de referencia ya no es el bolívar, la unidad de referencia es el dólar», dice al respecto Alvarado.
El diputado pone como ejemplo una transacción cualquiera por 1.400 dólares -la compra de un auto usado o de algún electrodoméstico-, que representan 1.400.000.000 de unidades del signo local.
«Son un montón de ceros, eso es mucho. La devaluación refuerza el uso del dólar», apunta.
En la calle, Díaz asegura que vender en dólares es una medida más efectiva que restar ceros al bolívar para acercar a los compradores al precio real de un producto.
«Como la moneda está mega devaluada uno dolariza los productos», dice sobre los aperitivos que vende por un dólar. «La escasez de los billetes nacionales y la devaluación no nos permite trabajar con la moneda local», agrega.
Pero vender en dólares no siempre es una buena opción en un país donde rige un control de cambios y nadie conoce el origen de los billetes estadounidenses que comienzan a inundar la economía.
A veces, Díaz no encuentra monedas para dar cambios o no sabe si el papel que le ponen en la mano es legítimo o falso.
Por situaciones como esta, parte de los 12 dólares que gana en promedio cada día se cuentan en bolívares, una moneda que ya casi nadie duda que está agonizando.