EL VENEZOLANO COLOMBIA | EL HERALDO
“Nadie es profeta en su tierra”, dice el popular adagio, y Sandra Beatriz Blanco Soto ,sí que lo sabe.
Tras dejar hace 6 años su país, Venezuela, debido a la crisis económica, se trasladó a Colombia, en donde con entrega y amor por la profesión, viene aplicando entre los guajiros, su sabiduría y experticia en la medicina.
Hoy, en su especialidad como intensivista de la Clínica Cedes de Riohacha, es una de las abanderadas de la lucha contra la Covid-19, en esta capital. Por eso es reconocida por sus colegas y pacientes como “una mujer valiosa y muy importante en esta emergencia que a todos atemoriza”.
Han sido 48 pacientes de los 98 que han pasado por la unidad de cuidados intensivos los que ha atendido, aunque confiesa que nunca imaginó tener como uno de ellos a su compañero de turno, Israel Villalba, en la clínica. “Se contagió con Covid-19 y ahora es uno más que lucha contra esta enfermedad”, dijo.
Comentó que con él se turnaban por semanas; pero ahora ella ha tenido que reemplazarlo. “Afortunadamente cuento con el apoyo de los médicos generales, las enfermeras y demás compañeros, que hacen un excelente trabajo”, manifestó.
Convencida de que la gratitud no puede quedarse dentro de uno mismo, sino que hay que expresarla, la doctora Sandra –como suelen llamarla– no oculta que hubo gente que le abrió los brazos al llegar a La Guajira, pero también que algunos la discriminaron por ser venezolana.
Es del concepto que agradecerles a las personas por lo que han hecho, “es darles a entender que realmente valió la pena el esfuerzo”.
Al dejar su natal Maracaibo, llegó a la Clínica de Maicao, en donde con el médico zuliano, especialista medicina interna y cuidados intensivos, Franz de Armas, crearon una UCI. “Constaba de diez camas y se entrenó al personal de médicos generales y enfermeras”, indicó.
Dijo que esta unidad de cuidados intensivos ha salvado muchas vidas y recordó que “arrancamos con mucho éxito ya que en este municipio hay muchos accidentes en moto pues es común que los jóvenes no usen el casco.
Asegura que también deben atender muchos heridos con arma blanca y de fuego, además de infecciones de tipo respiratoria, urinaria, entre otras, añadió.
Neurocirujanos, ortopedistas, urólogos y otros especialistas celebraron el logro de la UCI y se unieron al éxito, pues ya podían realizar sus cirugías con total confianza. Los pacientes que llegaban graves había que remitirlos al hospital San José, de esta ciudad fronteriza.
En Riohacha
El trabajo realizado en Maicao, sumada a la pericia acumulada en los 20 años que ejerció en Maracaibo, fueron un gran argumento para que la llamaran a laborar en la clínica Cedes de Riohacha, donde también participó en la ampliación de la UCI.
Allí solamente había 10 camas y quisieron hacer una división, una médica y otra quirúrgica, especializada para politraumatismos y cirugías mayores. En Cedes está hace tres años. En este centro asistencial es en donde le ha tocado vivir la experiencia del coronavirus
Afirma que “al principio no había muchos casos y estábamos expectantes, porque en Europa y hasta en Bogotá, ya se estaban contabilizando muchos casos”.
“La principal preocupación que tenemos es que las personas no acuden a la clínica por temor y cuando llegan, ya están muy graves. Hemos perdido pacientes muy complicados, que si hubieran llegado una semana antes, se hubieran salvado”, precisó.
Sin embargo, asegura que en las últimas semanas esto ha cambiado un poco y los pacientes ya están acudiendo cuando tienen los primeros síntomas y fallas respiratorias, por lo que no es necesario ingresarlos a la UCI.
Confiesa que estar en contacto con pacientes con Covid-19 le ha generado temor, aunque aclara que no tanto por ella, sino por su familia, a la que no quiere poner en riesgo.
En Riohacha vive con su hijo Heber Humberto Villalobos, su nuera Daniela Añez y su nieta María Alejandra. El menor Eduardo Enrique Villalobos, vive en México.
De La Guajira le gusta disfrutar los paisaje del Cabo de la Vela, Mayapo y Manaure, pero ahora por el aislamiento se dedica a estudiar, ver películas y jugar a las cartas.
Desde que vive en Colombia ha conocido Cartagena, Bogotá, Medellín, San Andrés y el Eje Cafetero, entre otros.
De su país extraña su casa y sus hermanos que están allá, el calor de la gente, pero en especial la música, las gaitas, el pan francés y el queso palmita.
A la doctora Blanco le encanta pasear los fines de semana por las playas de La Guajira.
Atrajo más médicos
La doctora Blanco cursó sus estudios de postgrado en el Hospital Universitario de Maracaibo y trabajó como intensivista durante 20 años en el Hospital Clínico de Maracaibo, donde sus maestros fueron los doctores Regino González y José Luis Perozo.
Hace varios años comenzaron a complicarse las cosas en Venezuela, por lo que los salarios no eran buenos y había que tener dos y tres empleos para sostener una buena calidad de vida. Por eso la propuesta de venir a Maicao le resultó oportuna.
“Al principio tenía algo de miedo, porque la imagen que se tiene de Maicao es que es peligrosa; sin embargo, nunca me ha pasado nada acá y, al contrario, ha sido una experiencia muy linda, con mis compañeros y pacientes”, agrega.
Dice que es muy difícil que los especialistas vengan a La Guajira, porque prefieren otras plazas donde las clínicas y hospitales están mejor equipados o tienen mejores salarios”.
Su llegada a la Península le abrió las puertas a otros colegas de su país; entre ellos, cuatro internistas, dos radiólogos, dos urólogos, un cardiólogo y un cirujano general que trabajan en Riohacha y en Maicao.
Entre 2009 y 2010 enfrentó la pandemia de la gripe H1N1 en Venezuela y poco tiempo después de arribar a La Guajira le tocó el reto epidemiológico del chikunguña.
Discriminación
Recién llegada a La Guajira, Sandra Beatriz Blanco fue víctima de discriminación y recuerda que muchas veces escuchó a pacientes decir: “no queremos que nos atienda la doctora venezolana”.
“Fueron pacientes, incluso algunos colegas, pero a medida que me fueron conociendo y viendo mi labor, todo fue cambiando”, afirma.
Hoy se ufana por lo que hace y porque la situación mejoró. Atiende a muchas personas que confían en sus conocimientos, muchas de ellas de la etnia wayuu.
“Los indígenas son muy juiciosos, siguen el tratamiento que se les indica. Si se les explica con cariño y con calidad comienzan a cambiar los hábitos que son perjudiciales para su salud”, afirma la médico Sandra Beatriz Blanco.
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