EL VENEZOLANO COLOMBIA | BBC MUNDO
En enero pasado los argentinos miraban atónitos los reportes desde Wuhan, China, donde millones de personas vivían un estricto confinamiento que buscaba evitar la transmisión de un nuevo tipo de coronavirus.
Seguramente pocos imaginaron que dos meses más tarde su propio país viviría una cuarentena similar, que incluso sería más extensa que la de Wuhan.
Este viernes Argentina alcanza los 77 días de encierro obligatorio, uno más que la ciudad china donde comenzó el brote, y el gobierno anunció que la medida se extenderá al menos hasta el 28 de junio, es decir, hasta alcanzar un total de 100 días.
Los expertos coinciden en que el «aislamiento social, preventivo y obligatorio» decretado por el presidente Alberto Fernández el 20 de marzo ha servido para contener la pandemia.
Hasta el jueves 4 de junio, el país registraba 588 muertes, 12,8 por cada millón de habitantes, a causa del coronavirus.
Eso es mucho menos que las fatalidades en las otras grandes economías de la región, Brasil y México, que no establecieron restricciones fuertes.
Incluso es menos que otros países que sí aplicaron confinamientos, como Perú, Colombia y Chile.
Mientras muchos aplaudieron al país por la rapidez con la que impuso un confinamiento obligatorio -empezó cuando apenas había tres muertos a causa del coronavirus- hoy, cuando es ya una de las más prolongadas del mundo, cada vez son más los que la cuestionan.
Si bien en las regiones del país con bajo o nulo nivel de transmisión se han flexibilizado las restricciones, en los principales centros urbanos, sobre todo en Buenos Aires, el corazón demográfico y productivo del país, -donde se concentra el 90% de los cerca de 19.000 casos confirmados- el confinamiento continúa.
Según el Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa), en la región metropolitana, donde vive cerca del 40% de la población argentina, la mitad de los ciudadanos no asiste al trabajo desde hace 11 semanas.
La cuarentena argentina también es una de las más estrictas del mundo.
A diferencia de lo que ocurrió en muchos países, que permitieron y hasta incentivaron a la población a salir a tomar aire y sol una vez al día, en las zonas más pobladas los argentinos no pueden realizar salidas recreativas.
Recién la semana próxima se permitirá que los habitantes de la capital salgan a caminar o correr, pero solo de noche.
En cambio, las 13 millones de personas que viven en los suburbios del Gran Buenos Aires solo pueden salir a realizar compras esenciales.
Y los argentinos tampoco podrán viajar por un buen tiempo: el gobierno prohibió todos los vuelos comerciales, tanto internos como internacionales, hasta el 1 de septiembre.
El presidente Alberto Fernández, que es asesorado por un comité de infectólogos e epidemiólogos, pero ha descartado convocar a asesores económicos -«porque su voluntad no es necesariamente salvar vidas», según dijo-, también ha tomado otras polémicas medidas para paliar la crisis.
En BBC Mundo te contamos cuáles son las cinco principales controversias en torno a la larga cuarentena argentina.
1. Salud vs pobreza
Muchos gobiernos alrededor del mundo han intentado balancear el cuidado de la salud de la población con la necesidad de mantener activa la economía. Pero para el gobierno argentino nunca existió ese dilema.
«Una economía que cae siempre se levanta, pero una vida que termina no la levantamos más», ha repetido el presidente Fernández, defendiendo la estricta cuarentena que ordenó.
Consultado por el diario Perfil sobre el inevitable aumento de pobreza que esta traerá, el mandatario dijo que prefiere «tener el 10% más de pobres y no 100.000 muertos en la Argentina».
Sin embargo, algunos resaltan que esa pobreza extra afectará sobre todo a los niños argentinos, 50% de los cuales ya eran pobres antes de la pandemia.
«Para salvar a la población más en riesgo de morir a causa del coronavirus -los mayores de 65 años- el gobierno está condenando a los más chicos, muchos de los cuales morirán como consecuencia de esa pobreza», le dijo a BBC Mundo Jorge Colina, presidente de Idesa.
Hace unos días Unicef le puso una cifra al problema: estimó que 700.000 niños caerán por debajo de la línea de pobreza como consecuencia del desplome de la actividad económica.
Sin embargo, Fernández mantiene que es la pandemia y no la cuarentena la que genera el problema.
«En la ciudad (de Buenos Aires) se habilitó el 60% de los comercios, de los cuales abrió el 40%. Y ese 40% vendió el 30% de lo que vendía. No están los consumidores», señaló.
Sus críticos responden que los consumidores no están porque el gobierno les ordenó que se queden en sus casas y que vender el 30% es mejor que no vender nada.
«Me parece que Fernández se va enredando en sus discursos», criticó el exministro de Hacienda durante el gobierno anterior, Alfonso Prat-Gay, en declaraciones a CNN Radio.
«También dijo que estaba muy entusiasmado porque en el interior del país (donde se relajaron las restricciones) la economía se había recuperado en un 80% por la salida de la cuarentena».
No obstante, el principal argumento del presidente contra quienes lo acusan de no preocuparse por la economía y por la pobreza es la ayuda financiera que el Estado está brindando a los sectores más desfavorecidos y a las empresas.
Un gasto estatal gigante que ha creado otra polémica.
2. El Estado que «gasta lo que no tiene»
Cuando asumió la presidencia en diciembre de 2019, Fernández recibió un país en crisis, que ya llevaba dos años de recesión y una década de déficit fiscal (es decir, de gastar más de lo que se recaudaba).
También heredó una deuda pública récord, que el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró «insostenible», y que ha hecho que Argentina entre en default (cese de pagos) y no pueda acceder al mercado de capitales para obtener financiamiento extranjero.
A eso suma que desde que comenzó la pandemia, la recaudación impositiva cayó bruscamente.
En ese contexto, la decisión del presidente de cerrar la economía por más de dos meses y aumentar fuertemente el gasto público -haciéndose cargo, por ejemplo, del 50% de los salarios de las empresas privadas que no pueden facturar- preocupa a muchos economistas.
«Hay países que se pueden dar el lujo de encerrar a la población porque tienen los recursos, y otros, no», fustigó Prat-Gay, haciéndose eco de miles de personas que exigen a través de las redes sociales poder volver a trabajar.
Al no tener suficientes reservas ni acceso al crédito, Argentina -al igual que muchos otros países- ha recurrido a la emisión monetaria para poder aumentar el gasto público ante la pandemia.
Es decir: ha impreso millones de billetes de pesos.
Pero muchos economistas temen que esa solución dispare aún más la inflación, que ya supera el 45% interanual.
«Históricamente la emisión en Argentina generó más inflación», le dice a BBC Mundo Martin Vauthier, director de la consultora económica Eco Go.
«En este momento, por la pandemia, la demanda de pesos aumentó, pero el tema va a ser qué pasa después», apuntó.
«Tradicionalmente los argentinos demandan dólares. Si usan esos pesos que emite el Banco Central para comprar dólares, eso hará que pierdan valor, lo que provocará una suba de precios», explicó.
El valor del dólar paralelo, considerado un referente para muchos sectores económicos, ya aumentó un 50% desde el comienzo de la pandemia.
A pesar de la preocupación de muchos, Fernández se muestra confiado, asegurando que ya pudo levantar al país de su peor crisis hasta ahora -el colapso de 2001- cuando fue jefe de gabinete del gobierno de Néstor Kirchner.
«Antes de que asumiéramos con Néstor en 2003 la economía había caído 11%, (había un) 57% de pobreza, 25% de desocupación, y volvimos. Todo eso se puede recuperar, lo que no puedo recuperar es una vida», señaló a Perfil.
No obstante, muchos advierten que hoy no existen las condiciones favorables -precios récord de los commodities y alta demanda de soja, el principal bien argentino- que impulsaron la recuperación del país a comienzos de este siglo.
3. Un país sin despidos
Además de la ayuda estatal, el gobierno ha recurrido a una inusual táctica -que algunos aplauden y otros repudian- para intentar contener una de las consecuencias más graves que está teniendo la pandemia a nivel global: el desempleo.
¿La «solución» de Argentina? Prohibir los despidos.
El 31 de marzo Fernández firmó un decreto que prohíbe echar a trabajadores. Tampoco pueden ser suspendidos sin goce de sueldo.
La medida, que debía durar dos meses, se extendió dos meses más, y estará vigente al menos hasta finales de julio.
Aunque para muchos asalariados es un alivio saber que seguirán cobrando su sueldo, varios expertos advierten que la medida pone en riesgo el empleo a mediano y largo plazo, ya que podría ser la gota que colma el vaso para miles de empresas que ya tambalean como consecuencia de no facturar o facturar muy poco desde marzo.
Según la Fundación Observatorio Pyme, más de 61.000 empresas están en riesgo de cerrar por no poder afrontar el sueldo de sus trabajadores (incluso con la ayuda estatal).
En tanto, el 80% de las pymes tuvieron que endeudarse o aumentar el aporte de capital propio para poder hacer frente al pago de sueldos.
«Este tipo de medidas sirven si la crisis dura un mes. Sino, el impacto que pueden tener es que las empresas tengan que cerrar, sobre todo las pymes, que al ser más chicas están más complicadas», señala Vauthier de Eco Go.
Por el momento varias empresas en problemas, incluyendo a la estatal Aerolíneas Argentina, han recurrido a la única alternativa que les permite la ley: acordar con sus trabajadores suspensiones con el pago de la mayor parte -generalmente el 75%- de su salario.
Pero el temor es que el colapso de un gran número de pymes -que generan tres cuartos del empleo en Argentina- termine provocando igual o más desempleo del que se quiere evitar con la prohibición de despedir.
4. «Concentración del poder«
Las anomalías que han generado la pandemia y la cuarentena en Argentina también se ven en el campo político, con consecuencias que preocupan a algunos.
Desde que se declaró el confinamiento obligatorio, el Poder Judicial ha estado de «feria extraordinaria» (por decisión de la Corte Suprema), y, salvo las provincias donde se relajaron las restricciones, solo se atienden emergencias.
En tanto, el Congreso tardó casi dos meses en poder organizar sesiones virtuales para volver a funcionar.
En el ínterin, las decisiones han sido tomadas exclusivamente por el Poder Ejecutivo, a través de decretos presidenciales, incluyendo las varias extensiones que tuvo la cuarentena.
Esto ha causado alarma entre los sectores más críticos del gobierno. Unos 300 intelectuales denunciaron a través de una carta abierta que Argentina vive una «infectadura», con un gobierno que concentra el poder «en nombre de la salud pública».
Sin embargo, políticos de la oposición, como algunos gobernadores y el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, han apoyado e incluso replicado las medidas tomadas por Fernández.
Y muchos observadores han elogiado al presidente por realizar sus conferencias de prensa junto con líderes opositores.
La mayoría de los argentinos también apoya las acciones del presidente: varias encuestas señalan que al menos el 80% de la población aprueba la gestión del mandatario en relación a la pandemia.
5. La «falta de libertad»
Pero a pesar de su popularidad, Fernández también enfrenta cada vez más críticas y protestas a medida que sigue extendiendo la cuarentena.
Por un lado, están quienes expresan preocupación por los efectos que el encierro obligatorio, sin salidas recreativas, está teniendo sobre la salud física y mental de los argentinos, en especial de los más chicos.
La ciudad de Buenos Aires empezó a autorizar el esparcimiento de los niños después de dos meses de confinamiento, pero muchos consideran que las salidas -una hora, solo los fines de semana y en un radio no mayor a 500 metros del hogar- no alcanzan.
Y en la región más poblada del país, el llamado conurbano bonaerense, ni siquiera eso se permite: allí los menores solo pueden salir para acompañar a sus padres a realizar compras esenciales.
Algunos médicos han advertido que los argentinos han dejado de consultar por otros problemas de salud, que incluso pueden ser más letales que el coronavirus, por ejemplo, las afecciones cardíacas.
Esto, a su vez, está impactando en el sistema sanitario privado: la prestigiosa Fundación Favaloro informó que tendrá que cerrar dos de sus sanatorios por la caída en los ingresos y varias clínicas privadas corren riesgo similar.
Irónicamente, el éxito que está teniendo la cuarentena para frenar la transmisión del covid-19 ha hecho que los centros de salud tampoco tengan pacientes con coronavirus, por lo que muchos funcionan muy por debajo de su capacidad.
Pero más allá de la salud y de la economía, también están quienes afirman que una cuarentena obligatoria tan extensa viola la libertad de circulación, uno de los derechos básicos de la constitución.
Cuestionan, además, la creación de una línea especial -el 134- promocionado por el Ministerio de Seguridad en radios, televisión y carteles, para denunciar a quienes violen el confinamiento.
«La Argentina vive un virtual estado de sitio que nadie quiere llamar por su nombre», acusó en un duro artículo el periodista del diario La Nación Joaquín Morales Solá.
Uno de los eventos que más preocupó a los críticos se dio en el partido de Tigre, un suburbio residencial al norte de Buenos Aires, donde la policía prohibió, bajo amenaza de prisión, una caravana de autos organizada por vecinos de barrios privados para protestar contra el aislamiento.
«El Estado ha tenido que restringir algunas de las libertades pero es en pos del bienestar general», señaló la ministra de Seguridad, Sabina Frederic.
«El Estado regula, pero no es autoritario, totalitario», aseguró en declaraciones a radio La Red.
Por su parte, el ministro de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti coincidió que el gobierno actúa «dentro del Estado de derecho». Pero advirtió que las medidas restrictivas «tienen que estar limitadas en el tiempo».
«Los gobiernos no pueden avanzar sobre las libertades individuales», afirmó a CNN Radio. «Hay un riesgo de autoritarismo a nivel mundial si la emergencia se prolonga en el tiempo», indicó.
Pero nada de esto inquieta al presidente, que cada vez se muestra más fastidiado con las críticas y más convencido de los méritos del confinamiento obligatorio.
«La cuarentena va a durar lo que tenga que durar para que los argentinos estemos sanos y para que los argentinos no se mueran», sentenció al respecto.