«Ya llevamos más de un mes en esto y nada que llega ninguna ayuda»

• Desde los barrios más pobres de Bogotá hasta los pueblos más alejados del Caribe, las protestas de los desesperados por la falta de comida se repiten a diario

El Venezolano Colombia

 Saqueos y trapos rojos son hoy la imagen del hambre en Colombia. Desde los barrios más pobres de Bogotá hasta los pueblos más alejados del Caribe, las protestas de los desesperados por la falta de comida se repiten a diario.

«Estamos que ‘pelamos’ olla porque no tenemos nada de comer», dice Edward Ávila, un joven que vive en el barrio Arborizadora Alta, en la localidad bogotana de Ciudad Bolívar, donde lidera un bloqueo porque, según dice, siguen esperando las ayudas alimentarias que les prometieron cuando comenzó la cuarentena para contrarrestar el coronavirus, el pasado 25 de marzo.

Ciudad Bolívar es el retrato de la necesidad. Las casas de colores vivos en algunos sectores y el Transmicable, un teleférico para subir a las partes más altas de la montaña, le dan un toque de modernidad a este cinturón de miseria que marca el límite sur de Bogotá.

El paso por la principal calle del barrio, desde cuyos miradores se puede apreciar la inmensidad de la capital colombiana, está taponado con bolsas de arena y contenedores negros donde normalmente los ciudadanos depositan la basura.

En las ventanas de muchas casas ondean como banderas trapos rojos -desde toallas hasta camisetas o cortinas-, señal de que allí hay gente que necesita comida con urgencia.

C0MENZÓ EN SOACHA

El movimiento comenzó en la vecina Soacha, una localidad aledaña a Bogotá, que junta su pobreza con la de Ciudad Bolívar, y se extendió por distintas partes del país.

Una de esa casas es la de Ávila, obrero de la construcción que gana por día trabajado y en esta coyuntura teme que su situación vaya a peor con cada prórroga que hace el Gobierno de la cuarentena.

«Ya llevamos más de un mes en esto y nada que llega ninguna ayuda, no se dirigen a donde nosotros. Han llegado ayudas pero para otros barrios; dicen en el noticiero, dicen en la prensa, que ya llegó para Arborizadora Alta y es una gran mentira», comenta el joven, que vive con sus padres, quienes dependen de lo que él gana.

Sin embargo, la Alcaldía de Bogotá dice que desde que comenzó la cuarentena y hasta este jueves, al menos 317.553 familias recibieron ayudas en dinero y que en la ciudad fueron entregados 2,2 millones de mercados, bonos alimentarios y comida caliente.

Para cumplir esta tarea, los funcionarios de la Alcaldía se multiplican por los barrios más necesitados, van vestidos con trajes de bioseguridad y máscaras protectoras. Hacen un censo y entregan a cada familia un mercado y un kit de higiene.

AYUDA COMUNITARIA Y SUPERVIVENCIA

De las 20 localidades de Bogotá, Ciudad Bolívar es la cuarta más poblada, con más de 700.000 habitantes, muchos de ellos campesinos que llegaron allí huyendo de la violencia del conflicto armado. En los últimos años se les juntaron miles de migrantes venezolanos que dejaron su país para escapar de la crisis.

También habitan la zona miles de colombianos que dependen de la economía informal y sobreviven sin un ingreso fijo mensual. Hoy son los más afectados por la cuarentena porque desde hace un mes no pueden salir a conseguir ni dinero ni comida.

Estos días no han sido fáciles en Ciudad Bolívar por los intentos de saqueo de camiones repartidores de comida y por las protestas, en una de las cuales, el pasado 15 de abril, tuvo que intervenir el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía para, según la alcaldesa Claudia López, evitar un robo, aunque los vecinos dicen que lo que hubo fue un abuso de la fuerza.

Un líder de esas protestas es Ramón Emilio Botero, vendedor ambulante que, al ver la necesidad de sus vecinos, se unió a otros dirigentes comunitarios para comprar alimentos y preparar un sancocho para unas 120 personas.

«Toda la comida, cada cosa de lo que estamos preparando, es del bolsillo de nosotros», asegura, y añade: «A los ciudadanos les dicen que les van a dar ayudas, que no se preocupen (…) y a nadie le ha llegado nada».

ABANDONADOS EN EL CARIBE

A tan solo 16 kilómetros de la caribeña Cartagena de Indias, meca del turismo colombiano, se vive una situación parecida en Arroyo de Piedra, un caserío donde la gente, en su mayoría afrodescendientes, está desesperada porque por la cuarentena se cerraron todas sus fuentes de trabajo.

«Acá los hombres trabajan principalmente en la construcción y las mujeres, las que no son amas de casa, trabajan en el servicio doméstico en casas de familia de Cartagena o en los conjuntos residenciales cercanos, como el de Barcelona de Indias», dice Nora Rodríguez, líder social del pueblo.

En el mes que llevan confinados, los habitantes de Arroyo de Piedra -en donde predominan las calles de tierra, no hay alcantarillado y el servicio de luz es intermitente- solo han recibido unos kits de alimentos para los ancianos.

«Lo que da la vida es la comida y si no nos dan la comida que el Gobierno autorizó, nos están queriendo asesinar paulatinamente», afirma el dirigente local Remberto Arzuza.

FOMENTO DEL AUTOCONSUMO

Ante la inédita situación que vive el mundo, donde el hambre podría duplicarse, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, la FAO sugiere a las autoridades colombianas fomentar en el corto plazo la producción de alimentos para el autoconsumo.

«Esta puede ser una estrategia para el acceso físico a alimentos que responda a las necesidades nutricionales de la población. A su vez, expandir los programas de protección social para poder cubrir las necesidades de la población más vulnerable», explica el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Colombia, Alan Bojanic.

Asegura además que en el mediano plazo «se deben generar las condiciones para que los hogares puedan progresivamente reconstruir sus medios de vida y lograr reactivación económica en los territorios».

Con él coincide el director en Colombia de la ONG Acción contra el Hambre, John Orlando, quien asegura que tuvieron que reorientar sus operaciones en el país por la «imposibilidad de muchísima gente de respetar la cuarentena, sobre todo las personas que dependen del día a día», que sobreviven con trabajos informales.

Por ello han entregado en las últimas tres semanas en el país 2.000 kits de comida que permiten a familias de cinco personas alimentarse entre ocho y diez días.

«Si a la gente no le damos la posibilidad de quedarse en casa, y lo primordial es la comida, no van a poder mantener el aislamiento y si no mantienen el aislamiento eso tiene un efecto en los riesgos de contaminación» con el COVID-19, afirma

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