Hace unas semanas, mientras William Dau (alcalde de Cartagena) se enojaba y gritaba insultos a los concejales cartageneros, el alcalde los culpaba por el precario sistema de salud de la ciudad, la mayoría de ellos escuchaban en silencio sus palabras.
De poco tenían que preocuparse los concejales, por su participación en la famosa sesión vía Zoom cada uno facturaba en honorarios 506.604 pesos -medio millón-, y mientras la crisis florece en la capital de Bolívar, más sesiones extraordinarias requieren la presencia de los honorables concejales: Los cuales han ido incrementando sus honorarios -gracias a las sesiones extra durante la cuarentena-, con lo que bien pueden costear un buen lugar para pasar el aislamiento, y dinero para financiar una salud prepagada de calidad: Que en caso de alguna eventualidad -Dios no lo quiera- les da el inmediato beneficio de poder contar con respiradores artificiales, servicio del cual aquellas personas que dependen de una EPS escasean.
Los “malandrines” como Dau llama a los politiqueros Cartageneros -no todos, pero si muchos de los concejales-, no parecen temerle al peso de la ley. Dos de ellos; Los concejales Piña y Cassiani, estuvieron presos durante el año pasado por fraude electoral realizado por la ex-contralora Nubia Fontalvo, y hoy disfrutan de su reelecciones.
Los más ridículos en el asunto -y un poco perversos- son los jefes políticos de nuestros dirigentes municipales, como Lidio García, aliado de Piña, quien hoy es congresista del Partido Liberal, él se las sigue dando de “Santurrón” codeándose con los poderosos del país en Bogotá, mientras sus conexiones con uno que otro cuestionado empresario costeño -Ya saben, el rey de las contrataciones públicas en la costa- dejan en vergüenza las más altas instituciones del gobierno, las cuales en una Emergencia Sanitaria -y económica- tanto necesitamos.
Y es que hay que aceptarlo, en esta crisis nos urge cohesión gubernamental. Por conveniencia, nos toca trabajar con los dirigentes que tenemos -y los que elegimos-. Exigir cuentas a nuestra ineficiente justicia, y por ende perder el apoyo de nuestro consejo, nos traería consecuencias muy graves en estos momentos.
El Arzobispo Cartagenero, buscando esa cohesión gubernamental, fue quién puso los intereses de la ciudad primero y llamó a una tregua entre el Presidente del Consejo y William Dau. -”Ya después vendrá el castigo”-, habrá pensado el líder eclesiástico.
RECIBIR UNA CIUDAD CON UN SISTEMA DE SALUD ROTO
A Dau le tocó recibir una ciudad con un sistema social y de salud roto, para rematar ahora le toca trabajar con los que colaboraron para dejarla así.
Ahora estamos ansiosos, muy ansiosos, pues la cuarentena no nos deja producir, y nuestro Estado Social de Derecho no muestra garantías para mitigar las repercusiones económicas y sociales de la crisis. Nuestros impuestos que como “ciudadanos cumplidos” hemos pagado por años, están en su mayoría en las manos de los mismos con las mismas -con nuestro permiso-.
Nuestra batalla a la corrupción, que pedimos muchos en las urnas con la elección de Dau, como muchas luchas, se paró por el Covid.
Ahora, nos encontramos en una de las ciudades que se verá más afectada por el COVID-19 por su gran dependencia del Turismo, Bruce Mac Master, presidente de la ANDI (Asociación Nacional de Empresarios), comenzó a dar alarmas al respecto, proponiendo nombrar a un Gerente dedicado solamente a ejecutar programas sociales. Y aquí estamos, en una ciudad con una red hospitalaria y capacidad estatal mermada por la histórica corrupción que hemos dejado pasar en nuestras narices.
Y cuando digo en nuestras narices, me refiero a que por muchos años en nuestra ciudad -cuando de Dau nada escuchábamos-, en nuestra querida Cartagena, la abstención ha sido la tendencia, se elige y deja elegir a una clase politiquera; incapaz, deshonesta y perversa -no todos, pero muchos-. Una abstención no solo electoral sino cívica, que no discrimina clases.
Hemos sido cómplices y culpables de la compra de votos en las clases más vulnerables, del clientelismo y el soborno en las clases medias: Prácticas como sobornar al policía por una multa o acelerar con el notario un trámite, o aprovechar la influencia del amigo que se “montó” no son ajenas a nuestra cultura.
LA LEY DEL VIVO
En los estratos socioeconómicos más altos, encontramos la más sotisficada evolución de la “ley del vivo” -a costa del bobo, claramente nosotros. En forma de super poderosos empresarios y patrones políticos -todo en uno-, con tentáculos en todas las instituciones que los hacen inmunes a la ley, sin importar la cantidad de cargos y juicios que tengan -Los veteranos de la rosca-.
¿Y ahora? -Ahora nos toca trabaja con los malandrines para no hundirnos como lo entendió el Arzobispo. Pero a partir de mañana; seamos el cambio que aspiramos a ver en una mejor sociedad. Sí, ya hemos dado un grito con Dau, pero la participación ciudadana no es cada cuatro años, es del día a día y requiere una crítica constante para consigo mismo y el colectivo, una solidaridad para con el otro -especialmente en esta sociedad tan desigual- y una participación activa en la política -nos guste o no-. Porque si no queremos que los “vivos” se empoderen, nos toca a nosotros asumir la responsabilidad, y heroicamente, tomar el timón de nuestra ciudad.
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