El tráfico le arrebata a las personas cientos de horas de su vida cotidiana
Trancones y depresión están consumiendo las vidas de los bogotanos

Hay estudios que apuntan a que el caos de la ciudad es un detonante para que más personas terminen padeciendo esta enfermedad

«La ciudad me agobia. Me levanto de buen ánimo, con muchos proyectos en la cabeza, pero luego ver que el tráfico consume lo mejor de mi día, que me hace pelear con mi pareja, que acaba mi energía, me siento triste y ese sentimiento es cada día más intenso”.

“Me siento frustrado, triste. Estoy harto del sistema educativo. Estudio Derecho, pero las dificultades son muy grandes. Por más que estudio, no logro sacar una nota excelente en los exámenes. La presión es muy grande, siento que los otros son mejores que yo”.

“Todo el tiempo estoy proyectando cosas para mi vida, planeando, escribiendo listas de cosas que hacer. La ansiedad me consume. Lo más triste es que la adrenalina me hace sentir bien mientras concreto las cosas, pero luego de que las logro, eso no me produce felicidad; es como un estado sin sentimientos, plano”.

“Mis papás son muy exitosos, pero solo se la pasan trabajando, incluso los fines de semana, salen temprano y llegan tarde. La única distracción que tengo en la casa son los juegos de video. Lo tengo todo, pero me siento solo. No sé qué hacer. Tengo episodios de pánico inexplicables”.

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Y así son incontables las manifestaciones que EL TIEMPO encontró en redes sociales, en institutos de terapia psicológica, en páginas universitarias de personas que contando sus casos piden a gritos que alguien las escuche porque la depresión está consumiendo sus vidas.

Según cifras de la Secretaría de Salud solicitadas por este diario, solo durante el año 2018 fueron diagnosticados en Bogotá 92.035 casos de depresión, y en lo que ha corrido de este año hasta el mes de agosto, ya van 34.909.

Los expertos de la entidad explican que la depresión clínica es un trastorno del estado anímico, en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida cotidiana durante semanas, y en los peores casos durante años.

Y ya hay estudios que apuntan a que el caos de la ciudad es un detonante para que más personas terminen padeciendo esta enfermedad. Un estudio de la Universidad de los Andes realizado en 11 ciudades de América Latina reveló que los trancones están asociados a síntomas depresivos. En Bogotá, por ejemplo, 36 % de los encuestados presentaron alteraciones y efectos negativos en su salud mental.

Otros estudios dan cuenta de que los discursos negativos, cada vez más recurrentes en el ámbito social urbano, también están relacionados con este trastorno.

Este año, el Servicio de Atención Psicológica (SAP) de la Universidad Nacional detectó que las narraciones de personas con síntomas depresivos se caracterizan por el uso de términos negativos, pesimistas y destructivos para referirse a sí mismos, lo que genera una identidad basada en conceptos desfavorables.

“Las personas deprimidas se narran y se construyen con palabras como culpa, tristeza, odio, rabia, ansiedad, soledad; a diferencia de las personas que no están en una etapa de depresión, quienes expresan un lenguaje más amplio y se refieren a sí mismas con términos positivos o neutrales”, explicó la psicóloga Zaseth Cristina Arias, estudiante de la maestría en Psicología Clínica de la Unal, quien relacionó las narrativas de los pacientes con problemas psicológicos asociados con la depresión.

La situación es alarmante en varias localidades, pero las que más casos registran son Kennedy, Usaquén y Teusaquillo. Según el análisis de la SDS, son varias las causas de esta situación. Entre los factores genéticos está la presencia de antecedentes de depresión en el ámbito familiar, factores fisiológicos relacionados con un descenso de los niveles de serotonina a nivel de uniones neuronales, así como por enfermedades relacionadas con alteraciones endocrinas y factores ambientales como el estrés y la ansiedad en los ámbitos laborales y familiares.

Lo más alarmante es que los casos críticos no tratados terminan en muchas ocasiones en suicidios consumados. Según cifras del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre el 2016 y el 2018 se han registrado en Bogotá 1.090 de estos hechos: 136 en Kennedy, 120 en Suba, 111 en Ciudad Bolívar, agrupan el 33,7 por ciento de los casos que se reportaron en ese lapso.

¿QUÉ ESTÁ HACIENDO EL DISTRITO?

Cuando se le preguntó al Distrito qué estaba haciendo para atender esta problemática de manera asertiva, respondió que todos los enfermos tienen derecho a la Ruta Integral de Atención para Problemas y Trastornos Mentales y Epilepsia, una estrategia de carácter preventivo y de atención integral que busca garantizar los servicios a los ciudadanos.

La intención es reducir la morbilidad y la mortalidad por dichas causas. Esta ruta comprende el diagnóstico, el tratamiento, la rehabilitación y la paliación, a través de servicios ambulatorios, internación parcial, urgencias y hospitalización, y según afirmaron, a cargo están especialistas en psiquiatría, psicología, psicología clínica y de la salud, enfermería, trabajo social, terapia ocupacional, terapia de lenguaje y fisioterapia.

También, aseguran, hay gestores que visitan los hogares para identificar riesgos en salud mental. Se realiza la valoración por medicina general y se define si el usuario requiere de la atención especializada con profesionales en trabajo social, terapia ocupacional, psicología o psiquiatría.

Con esta estrategia se ha logrado 117.839 personas tamizadas en los hogares, 12.218 personas inscritas en la ruta y 2.620 personas con atención integral. A su vez, mediante el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida (Sisvecos) de la Secretaría de Salud, durante 2018 se identificaron 12.640 casos de conducta suicida. Se canalizaron 524 casos para continuar con seguimiento en el hogar y 5.823 casos se encaminaron a los servicios de salud. La estrategia ha funcionado, pero hace falta que toda la sociedad en su conjunto atienda esta situación como lo que es: un problema de salud pública.

Con información de Portafolio.Co

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