Ficciones y falacias. Relatos que tranquilizan a los mafiosos autocráticos y justifican a los cobardes. Esas serán las elecciones parlamentarias venezolanas. Qué empiece el show. Griten bastante, insúltense, péguense, amanecen mutuamente, hagan marchas y contramarchas. Prendan la televisión y actúen frente a Instagram y los medios que quedan. La República ya está muerta. Los gusanos harán un desfile para conmemorarlo.
Disfrazar de “Política” lo que no es más que cobardía conciliadora es una buena forma de lavar conciencia frente a la falta de visión y coraje. Hitler convoca a unas elecciones. Y que los judíos tengan su fracción parlamentaria mientras a sus correligionarios los machacan. ¿Suena razonable?
La República que se construyó desde la caída de Pérez Jiménez hasta la farsa electoral de Maduro en el 2018 ya entró en descomposición. Hoy el país es territorio de pranes, trenes, carteles militares y civiles, pandillas que se reparten el botín bajo la mirada de Rusia y la coordinación de Cuba. Con la innegable ayuda de Maduro, Diosdado y las Fuerzas Armadas. Y por supuesto, la cooperación de algunos personajes infames, desechos humanos heredados de la Cuarta República, siempre abiertos a una comisión, una transferencia o un contrato.
Sería bueno que chavistas y opositores dieran una rueda de prensa conjunta. Así se verían más convincentes. Los ayudo con los temas para las declaraciones.
Explíquenle al mundo, si pueden, que el mayor problema de Venezuela consiste en que la Asamblea Nacional culminó su período “constitucional”. Y díganle también al pueblo venezolano que sus verdaderos problemas de inflación, inseguridad, salud, desnutrición, falta de todos los servicios públicos, además de la violencia, el hambre y el desempleo, se resolverán porque Amazonas tendrá al fin sus diputados en la Asamblea Nacional. Díganlo en la calle, sin escoltas, sin aduladores y sin mantenidos.
Que Maduro le diga al mundo que ahora sí va a respetar la autonomía de la Asamblea Nacional. Y va a someter a sus ministros al sistema de comparecencias.
Que Diosdado diga si piensa disolver el aquelarre rabioso que montó en la Asamblea Nacional Constituyente omnipotente, infalible, omnisciente y plenipotenciaria.
Que Henry Ramos diga que lo único que necesita el país es que los diputados vuelvan a cobrar sus sueldos.
Y que Rosales diga que todos los problemas de los zulianos se resolverán con su llegada a la Gobernación o con la administración de la alcaldía de Maracaibo, proverbial caja chica.
Díganlo. Pero no en Globovisión o VTV. Díganlo en las colas de la gasolina, frente a las morgues cuando los familiares esperan por horas para que les entreguen los cuerpos de los asesinados por el hampa o por la escasez de insumos en los hospitales. Otro buen escenario para ir a “darle la cara al pueblo” sería el mercado, o las paradas de transporte, antes de que llegue el camión que traslada a los ciudadanos como cerdos.
Venezuela vive hoy su período más oscuro. Es el logro de una satrapía mafiosa que funciona como un ejército de ocupación al servicio de cubanos, chinos y rusos. Y esta oscuridad se construyó entre el chavismo, Maduro, los cubanos, los rusos y los opositores. Ninguno se salvará de su responsabilidad histórica. Por más que quieran maquillarse con elecciones “democráticas”.
¿Soluciones a corto plazo? No se vislumbran. Venezuela va rumbo a ser una hija bastarda, gobernada por oligopolios mafiosos, embrutecida y empobrecida. Una Ruanda. Esperando una cosecha de violencia fratricida mientras los caudillos del frente cínico militar rojito y sus cómplices azules se siguen enriqueciendo de sus entrañas mineras, repartiéndose el botín. Y tener diputados en una Asamblea Nacional bendecida por Maduro y Diosdado es sólo una complicidad más con las desgracias del país.
Fuente: El Pitazo