“Vamos a ir a un sitio que es como era Venezuela antes, van a encontrar de todo. Si ustedes necesitan algo me preguntan primero; no quiero verlos por los pasillos gritando ¡hay comida!”.
Era mediados de 2015 y Carla, una venezolana de 39 años, le explicaba de esa forma a sus hijos que estaban por emprender un viaje largo y complicado hacia Uruguay. Había que escapar de la crisis socioeconómica de su país, que por entonces empezaba a encaminarse hacia la emergencia humanitaria que hoy tiene en jaque a Venezuela, con escasez de productos básicos, como comida en las góndolas y medicamentos esenciales.
“Cuando entré a Uruguay me puse a llorar y no fue de emoción, sino de alivio [suspiros]: los traje sanos y salvos”, contó la mujer en una entrevista con el periodista Ángel Arellano para su libro venezolanos en el Uruguay. Relatos, historias y datos de los inmigrantes que desembarcaron en la patria celeste, editado este año por la Fundación Konrad Adenauer.
Carla, los tres niños y su esposo fueron algunos de las más de 11.600 residencias concedidas por el Ministerio de Relaciones Exteriores a ciudadanos venezolanos entre 2014 y 2018, según datos del gobierno. Fue –y sigue siendo– un lujo migratorio que logró que desde 2017 la venezolana sea la nacionalidad con más solicitudes de residencia en Uruguay.
SUPERMERCADOS LLENOS DE COMIDA
“Nosotros los reuníamos para contarles historias tipo cuento, para que entendieran que no era normal lo que estaban viviendo. Cosas como que ‘sabes que antes había supermercados llenos de cosas, había talco, había champú, había de todo’”. Los tres hijos de Carla, que hoy son músicos en el sistema de orquestas juveniles del Uruguay, se criaron en la era chavista venezolana, y los más chicos hacían preguntas al padre como si era imaginable “un supermercado lleno de comida”.
“Sí, pero aquí no”, les respondía. Carla viajó durante casi una semana con los niños, primero un gran trecho en ómnibus hasta Manaos, y luego en avión hasta Porto Alegre, desde donde tomaron otro bus hasta Tres Cruces, la terminal en la que tres años después, Roxana Vargas y Laura Monsalve, dos compatriotas de 26 y 30 años, tuvieron que pasar dos noches en los incómodos asientos.
Estas mujeres tuvieron un periplo aún más complejo, y uno de los más frecuentes entre los venezolanos que escapan del régimen de Nicolás Maduro. El viaje duró un mes. Salieron en mayo de 2018 y llegaron a Montevideo en junio. Durante 23 días estuvieron en Cúcuta, en cuyo puente internacional –el Simón Bolívar– pasa gran parte de los emigrantes con el plan de caminar desde allí decenas o a veces centenas de kilómetros.
MIGRACIÓN VENEZOLANA CON MUY BUENA FORMACIÓN
Según indicó Jorge Muiño, director de Asuntos Consulares de la cancillería, aseguró que la población venezolana que ha llegado al país viene con buenas calificaciones y obtiene empleos, en promedio, acordes a su formación.
“Lo que sí nos ha llamado la atención es que, tanto el venezolano que llega al Uruguay como el uruguayo que retorna de Venezuela, es gente calificada de media para arriba. Es decir, el nivel educativo es excelente”, dijo el jerarca, quien luego agregó que en la mayoría de los casos es una población que no ha tenido problemas laboralesrelevantes “Es una población propensa a salir adelante, obtiene trabajos buenos o relativamente buenos, o capaz que algunos están subcalificados en sus trabajos, pero son buenos para el servicio.
Después, hay otros que, tomando en cuenta la carencia que tenemos en recursos humanos para el área tecnológica, vienen y se instalan directamente ahí. Yo no me he encontrado con ninguna situación donde esté un venezolano que tenga un problema de falta de instrucción (por tanto, el Estado no tiene que invertir en eso) o donde el nivel de trato sea negativo”, sostuvo. Además, y de alguna manera debido al nivel cultural que traen consigo, Muiño contó que estos inmigrantes tampoco sufren especial discriminación.
“Los venezolanos vienen con todas las herramientas educativas y culturales para salir adelante en Uruguay. No es una población que pueda ser rechazada”. Luego, el jerarca de la cancillería dijo que, aunque en Uruguay persisten actitudes de xenofobia y racismo, predomina una “mayoría” que por razones históricas “está propensa a recibir gente y a integrarla”, agregó
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