El 16 de noviembre todo el país se levantó como una sola voz para exigir el cese de la usurpación. La concentración fue importante no solo en Caracas, sino también en las pincipales ciudades del país, rebasando las expectativas negativas de los que persisten en condenar a priori todas las iniciativas de Guaidó y, sobre todo, dejando ver nuevamente rostros de confianza y esperanza de que si estamos transitando la vía que llevará, más pronto que tarde, a un cambio fundamental en la conducción política de nuestra muy maltratada nación.
Pero tal vez el hecho más relevante fue que Guaidó admitió haber cometido errores en el pasado y afirmó que ahora las movilizaciones serán en apoyo de las diferentes exigencias de la colectividad venezolana, ya sean de gremios o de vecinos.
Tenemos que entender, como él lo dijo, que no hay solución mágica y que la clave de la victoria está en la persistencia activa de los venezolanos en su lucha por recuperar la libertad y su derecho a vivir en paz en un país que abra posibilidades de realización para todos y que la numerosa familia venezolana que tuvo que abandonar el territorio vuelva para reconstruir el que esperamos sea un maravilloso país.