El malecón de la ciudad colombiana de Arauca está activo desde la madrugada. Cientos de personas llegan en lanchas desde Venezuela en búsqueda de atención médica y para conseguirlo deben ser los primeros en las largas filas que se forman.
Uno de los primeros edificios que encuentran en la ciudad, que es la capital del departamento de Arauca y que tan solo está separada de Venezuela por un caudaloso río que lleva su mismo nombre, es el de la Cruz Roja Colombiana.
Desde las 4.00 de la madrugada, cuando la humedad y el calor propios de la Orinoquía aún no son tan fuertes, decenas de personas, muchas de ellas con niños de brazos, se apostan en las paredes exteriores del centro médico a la espera de que sean las 7.00 para que se abran las puertas y comiencen a repartir los 120 turnos de atención.
A algunos los aquejan problemas cardíacos, otros sufren enfermedades respiratorias y hay también mujeres embarazadas que, pese a sus dolencias, saben que esa es la única forma de conseguir buena atención.
Una de ellas es Tatiana López, quien viajó desde el estado Guárico, en el centro de Venezuela, para ser atendida por una neuritis que sufre y que le provoca dolor en el brazo.
«Gracias a Dios me atendieron bien. Me atendió un médico, una excelente persona que habla, lo escucha a uno. Me dijo que le dijera todo lo que tenía y yo le dije todo lo que tenía», afirma López tras recibir cuidados.
Desde su casa, la mujer tardó más de 10 horas en llegar a El Amparo de Apure, la localidad venezolana que está ubicada al otro lado del río Arauca y desde donde cruzó en lancha a la ciudad colombiana.
Pese a que es un viaje largo, la mujer prefirió ir a Arauca a ser atendida en su ciudad natal porque, además de que allí vive su hijo, la situación de las clínicas en su país es «supermala».
«Los hospitales son malos, no hay medicinas, no hay nada de remedios. Si usted va a comprar no consigue ni un desparasitante en Venezuela», asegura.
En la Cruz Roja -explica el coordinador local del proyecto en llamamiento de emergencia de Arauca, Carlos Alberto Prada- ofrecen los servicios de medicina general, psicología y enfermería, que reciben principalmente los migrantes venezolanos y los colombianos retornados.
«La característica principal de la población venezolana que atendemos con el proyecto es que es pendular, ya que en el lado venezolano ellos cuentan con el acceso a los servicios públicos. Entonces ellos vienen al lado colombiano donde acceden a los servicios de salud», detalla Prada.
En sus instalaciones la entidad, que trabaja con los aportes de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, cuenta con un dispensario de medicinas y con una bodega en la que almacena equipos de aseo para entregar a quienes lo necesitan como parte de una iniciativa de promoción de salud.
Según cifras de Migración Colombia, con corte al 30 de junio, en el departamento de Arauca viven 42.890 de los casi 1,4 millones de venezolanos que se han radicado en el país, de los cuales 24.989 se encuentran en la capital regional.
Una de esas personas es Clairey Tanales, que vive en Arauca desde hace casi tres años y no se ha movido de allí porque no tiene dinero para hacerlo y teme que en caso de irse le pueda pasar algo a sus dos hijos.
«Yo ya tengo casi los tres años acá y digo que no voy para otro lugar, por aquí estoy más cerca (de Venezuela) porque uno lo que hace es cruzar al río», explica a Efe la mujer, que vivía antes a más de 1.000 kilómetros de Arauca en el estado venezolano de Anzoátegui.
Ella, como muchos de sus compatriotas, hace la fila en la Cruz Roja, es atendida y luego va a buscar uno de los cientos de almuerzos que dan en los comedores comunitarios de la ciudad, una rutina que repite por inercia cada día para sobrevivir.
«Por el tiempo que tengo he aprovechado muchas donaciones que nos han dado, por lo menos los mercados y la comida en los comedores cuando he tenido la oportunidad», añade.
La mujer es consciente de que la situación que viven muchos venezolanos en Arauca es crítica, por lo cual trata de aprovechar al máximo los servicios de salud disponibles, principalmente por uno de sus hijos que sufre de asma.
«Tengo un niño que es asmático, le está comenzando una tos y no tiene el tratamiento», advierte y dice que espera recibir la ayuda necesaria para que no le pase nada.
Así se pasa el día en Arauca, donde en el ocaso las lanchas regresan a Venezuela cargadas de personas, muchas de las cuales pudieron recibir atención médica a la espera de que la situación de su país cambie.
«Yo sé que nosotros vamos a mejorar en Venezuela, esto no es por mucho tiempo. Quedan pocos días para que esto acabe», concluye Tatiana López.
Con información de EFE
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