Opinión
El TIAR no implica intervención militar

Por: Analítica.com │ Twitter: @Analitica

La presencia de las FARC, ELN y Hezbolá constituyen un cóctel explosivo que pudiera producir una chispa que encienda la sabana.

La decisión de once países de invocar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, aprobado en 1947 como un mecanismo de solidaridad y defensa mutua en el continente, y solicitar por ende la reunión del consejo consultivo, no necesariamente lleva a la decisión de llevar a cabo una acción militar, pero si contempla la ejecución de una serie de acciones antes de tener que recurrir, in extremis, a la intervención armada.

Entre las medidas están: la negociación, la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares, la suspensión de comunicaciones económicas, de transporte terrestre, marítimo y aéreo, comunicaciones radioeléctricas y telefónicas, en fin, una serie de acciones coercitivas que pueden ser ejercidas para presionar aún más al régimen y solo, en última instancia, es que se podría llegar, si las circunstancias lo imponen, a una acción militar.

Tal como está planteada la solicitud, la intención pareciera ser que la reunión de los miembros de la organización se lleve a cabo en el próximo periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se iniciará en Nueva York la semana que viene.

Ciertamente, la situación en nuestro país se ha ido deteriorando aceleradamente y la presencia de grupos disidentes de las FARC, del ELN y de Hezbolá, unido todo eso a una significativa presencia de cubanos y apoyo tecnológico militar de Rusia, constituyen un cóctel explosivo que pudiera producir una chispa que encienda la sabana y que llevaría, esperemos que no, a un conflicto militar de gran escala.

Hasta ahora parece ser la decisión del gobierno de EEUU y de sus aliados incrementar al máximo la presión para forzar una salida negociada a la crisis. ¿Será eso posible? Todo depende del nivel de irracionalidad de un régimen que pretende revivir situaciones como las que se vivieron en nuestro continente en los años sesenta y setenta.

Ojalá que toda esta terrible presión convenza a la mayoría de los que integran la cúpula del régimen que les vale más una salida negociada que una conflagración en la que todos -y particularmente ellos- saldríamos perdiendo.

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