Sea en Barbados o en cualquier otra parte, el proceso de diálogo coordinado por Noruega se mantiene y no depende sólo de conveniencias y decisiones de los sectores en conflicto dentro de Venezuela, sino fundamentalmente de los intereses y preocupaciones de las grandes potencias del mundo.
El escenario venezolano, redundante en politiquerías, discursos y decisiones demasiadas veces con la frontera de las narices locales como límite, hace tiempo que trascendió lo nacional y es parte de las estrategias y conveniencias de países y gobiernos que han terminado por hacer de Venezuela sus propios tableros de juego.
El éxodo masivo de venezolanos es motor de dificultades y gastos para los países vecinos. La fuga de dineros, talentos y oportunidades del país, el derrumbe de muy difícil reparación de la economía y la producción, el sometimiento oficialista suicida y ciego a realidades perjudiciales como el castrismo cubano, el terrorismo islámico, el narcotráfico liberado, la complicidad y refugio a terroristas comprobados, la deuda colosal, son problemas incluidos en análisis y agendas de los mayores gobiernos del mundo.
De manera que no son el madurismo ni la oposición quienes discuten y ganan tiempo. El tiempo es ahora prioridad mundial.