Siempre habrá futuro, y este será diferente en la medida en la que hagamos las cosas de otra manera.
Lo que hemos hecho hasta ahora no nos ha permitido construir un país moderno, entendiendo por tal el que se adecúa a los grandes cambios tecnológicos que condicionarán lo que se denomina el mundo globalizado del siglo XXI.
Desgraciadamente, todos hemos sido parte activa o pasiva de lo que pudiéramos llamar la mentalidad rentista del venezolano. Por las razones históricas que sean, la única verdadera riqueza de nuestro país estuvo, hasta ahora, en manos de los que lograban controlar al gobierno, dueño de los recursos mineros y de hidrocarburos, abundantes en el suelo y subsuelo nacional.
Cambiar de mentalidad es más importante que cambiar de gobernantes, ya que si no interiorizamos que la riqueza de un país no depende de la renta, sino del trabajo creativo de sus pobladores, seguiremos dependiendo de los avatares de los precios de las materias primas en manos de gobiernos que decidan cómo reparten la renta y no del esfuerzo de sus moradores en crear fuentes de riquezas que surjan producto de nuevas actividades y empresas productivas.
Para lograr que eso sea una realidad serán indispensables cambios en el ordenamiento jurídico, pero sobre todo debemos convertirnos en una nación de emprendedores y no de dependientes de la porción de la renta nacional que nos pueda corresponder.