Indignación y dolor en todo el país por la espantosa muerte del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo.
Detenido desde el 21 de junio y presentado ante un tribunal siete días después en estado de postración, impedido, fallece a las pocas horas el 29 de junio. Todo apunta a un asesinato, una muerte consecuencia de torturas en su reclusión de esa trágica semana.
El gobierno ha solicitado investigar este hecho. No sabemos si la Fiscalía tendrá acceso a esa caja negra en que se han convertido los asuntos de los presos políticos, pero independientemente de los resultados de esa investigación hay un hecho contundente: la opinión pública ya sentenció.
El estigma del gobierno como cómplice, por acción u omisión de altos personeros y de jefes militares, de asesinatos políticos, se usará para el resurgimiento de las voces violentas. Ese esquema insurreccional había sido vencido en el ánimo popular y ahora intentarán reactivarlo amparado por la tesis según la cual por las buenas no se puede.
Reflotarán el argumento de la imposibilidad de negociar. Escucharemos y leeremos que nada hay que hablar con quienes torturan y matan presos políticos. Al justo reclamo de severos castigos a los asesinos del capitán Acosta Arévalo se le colocará a la vez como demostración de que al gobierno hay que sacarlo de la misma manera, a la fuerza, con un golpe de Estado o con intervención militar extranjera.
CAMPAÑAS DE DESCALIFICACIÓN A QUIEN PLANTEE DIÁLOGO
Oxigenarán campañas de descalificación, que tienen años en marcha, en contra de quienes planteen el diálogo, elecciones o referendos, negociaciones y entendimientos para resolver pacíficamente la deteriorada situación del país.
Para enfrentar esa tupida circunstancia urge la conformación de una Comisión de la Verdad que investigue y aclare los casos de desaparecidos y muertos bajo reclusión en los últimos años. Que resuelva y oriente sanciones contra los responsables de la muerte de Acosta Arévalo y de muchos otros en cárceles y manifestaciones públicas. Que inicie un proceso de saneamiento de la administración de justicia.
La distensión, signada por la convivencia, por la cohabitación de todas las tendencias políticas, se convertirá en un imposible si no se aplica justicia. Sin eso, la confianza será siempre un extraño y la conflictividad política, con la violencia que convoca, serán protagonistas por mucho tiempo.
EL DIÁLOGO ES PARA ENFRENTAR LA CRISIS
El diálogo es para enfrentar la crisis y resolverla. No para taparla ni para echar bajo la alfombra el basurero que a la carrera no se pudo limpiar o desaparecer. La negociación política es un canal de cambio, una salida. No una puerta cerrada.
«Ahora es cuando el diálogo tiene que ser más exigente consigo mismo para poder recomponer el sistema político».
Tenemos que apartar a Venezuela de la violencia. El país no quiere más muertes políticas. Los venezolanos repudiamos estos asesinatos y sabemos que la solución no es la venganza. Reclamamos justicia, que no haya impunidad.
Pero no queremos retaliación ni siembra de odios.
Por encima de estos dolorosos momentos Venezuela necesita una vida, abrirse caminos en la oscuridad y en la confusión.
Necesitamos vida constitucional. ¿Pero con la Constitución de 1999 hoy apartada? ¿Con la Constitución que la Asamblea Nacional Constituyente no termina de presentarnos? No puede ignorarse ese irregular vacío que aúpa la discrecionalidad administrativa, la arbitrariedad y el autoritarismo. Eso tiene que resolverse. Para eso es el diálogo.
CON SANCIONES NO SE PUEDE RECUPERAR LA PRODUCCIÓN NACIONAL
Necesitamos recuperar la producción nacional. Pero eso será imposible dentro del marco de sanciones internacionales que atentan contra cada venezolano necesitado de medicinas; de repuestos automotores; de financiamiento para sus empresas; de boletos aéreos para sus diligencias familiares o estudiantiles; de insumos para sus fábricas o para sus fincas; de mejores servicios hospitalarios y de electricidad, los cuales no podrán activarse si se nos impide vender el petróleo. Venezuela toda debe reclamar el cese de esas criminales sanciones. Para eso es el diálogo.
Necesitamos negociación política transparente para que todos sepan cómo se toman las decisiones y se llega a acuerdos por el bien del país. Para eso reclamamos un nuevo diálogo, transparente y en el país, entre venezolanos, no a lo lejos y a escondidas.
Necesitamos que funcionen las instituciones. Es absurdo que cada grupo político se sienta a gusto porque tiene “su Fiscalía”, “su Asamblea”, “su Tribunal Supremo”. Y hasta algunos creen que tienen un Presidente sin que nadie lo haya electo, simplemente porque se autoproclamó y porque tiene poderosos amigos extranjeros. Eso tiene que cesar por el bien de Venezuela. Para eso es el diálogo.
El diálogo es la paz. El diálogo es la puerta abierta a la rectificación de unos y de otros. Pero esas buenas intenciones y ese camino cierto se convertirán en distante y escabroso sin el esclarecimiento del asesinato del capitán Acosta Arévalo.
Twitter: @claudioefermin