OPINIÓN
Del tercer mundo al primer mundo

Por: Néstor Suárez│Miembro de la Comisión Plan País y asesor de la comisión de Energía y Minas de la Asamblea Nacional de Venezuela

 «Del tercer mundo al primer mundo» es el título de un libro que circuló mucho -allá- en el primer mundo (octubre 2000). Es sobre Lee Kuan Yew, líder de Singapur. Describe cómo su país llegó a su actual ingreso per cápita anual de 50.000 dólares promedio, desde sólo 2.500 cuando se independizó en 1965.

Fue una multiplicación impresionante, con un crecimiento de 8.5% anual promedio de 1966 a 1990. En 1990, Lee dejó la presidencia por considerar que lo fundamental de su trabajo ya estaba hecho, y fue allí cuando abrió por completo el cauce democrático en Singapur.

«Ahora este es un país rico, y por tanto puede ser democrático», escribió. Su tesis: que la pobreza impide el buen funcionamiento de la democracia, llamando al populismo y al socialismo.   

 

En la parte Relativa al Desarrollo Económico, el libro no revela ningún misterio. No hay milagro. Todo es muy obvio, sin novedad alguna. Desde comienzos como Primer Ministro en 1959, Lee aplicó la fórmula o receta capitalista: trabajo, ley y orden, y libre mercado. Y las mercancías extranjeras no ahogaron a la manufactura local, sencillamente porque sus costos no eran artificialmente altos.

Singapur nunca tuvo empresas estatales, ni tampoco un gigantesco y entrabante «Estado caro» y deficitario, sino una máquina administrativa pequeña y ágil, ocupada solamente en sus funciones propias: defensa nacional contra la subversión comunista, policía y tribunales, y obras de infraestructura física, principalmente de comunicaciones.

«Su tesis: que la pobreza impide el buen funcionamiento de la democracia, llamando al populismo y al socialismo» 

Es un Estado que permite el ahorro interno, y no interfiere con la economía privada. Y para que la producción nacional compitiera exitosamente con la extranjera dentro y fuera del país, Singapur no requirió barreras ni subsidios.

Tampoco moneda débil ni salarios de hambre. Sólo leyes sabias y justas. El principal asesor en la materia fue el Economista Hon Sui Sen, uno de los mejores en su profesión y ampliamente conocido y respetado en Asia, por su trabajo como fundador y por décadas presidente del instituto de investigaciones económicas de Singapur.        

La dirección decididamente capitalista de la economía le creó problemas  a Lee y su equipo con la Federación malaya. Por eso se separaron, en 1965. Pero tampoco hubo democracia, al menos al principio mientras ponían la casa en orden. Y en este punto los planteamientos del libro sí pudieran ser novedosos.

LA DEMOCRACIA ES UNA MARAVILLA

Lee Kuan Yew no tuvo nada contra la democracia, al contrario, dijo que es una maravilla que el pueblo elija sus representantes al Parlamento para hacer las leyes, y autoridades dedicadas a cumplirlas y a hacerlas cumplir.

Admiró la división de poderes e independencia de la justicia, y la prensa libre. Las ventajas de estas instituciones se demuestran en Inglaterra, donde Lee estudió. Y en muchos países europeos y en Estados Unidos. Lo único que Lee se preguntó fue lo siguiente: ¿estarán todos los pueblos igualmente preparados para la democracia?     

Según Lee, una cosa es creación de riqueza, y otra, democracia. Para crear riqueza no se necesita democracia, muchas veces estorba. Lo que se requieren son leyes y tribunales sabios y justos, además de carreteras y puentes, y pocos impuestos y cargas públicas. Y considerable cantidad de empresas privadas, con suficientes recursos de capital, capaces de sostener el proceso de creación continua y sostenida de riqueza.

Un pueblo hambriento no razona ni atiende razones, y mucho menos si es muy poco letrado o analfabeta, y así es seducido por el primer canto de sirena de cualquier demagogo populista. Según Lee, cinco países en el siglo XX, demostraron la necesidad de crear riqueza antes de permitir democracia. Son por orden cronológico: España (1936), Taiwan (1949), Corea del Sur (1951), Singapur (1965),y Chile (1973).              

También recordó Lee una cena ofrecida al ex presidente alemán Helmut Schmidt. Éste preguntó que si algún día China sería una democracia. Los presentes en la cena explotaron en carcajadas, «1300 millones de habitantes, casi la mitad analfabetas, no pueden elegir Presidente», le contestó Hon Sui Sen, «y mucho menos Diputados, que son más importantes porque tienen el poder de hacer y derogar leyes, que pueden ser sensatas o no, y si lo son, no importa si el Presidente no lo es, puesto que le fijan un límite, pero si no lo son, el desastre está hecho, aunque el Presidente sea un genio «.

«Un pueblo hambriento no razona ni atiende razones, y mucho menos si es muy poco letrado o analfabeta, y así es seducido por el primer canto de sirena de cualquier demagogo populista»

Y Lee, le explicó a Schmidt que China, patria de sus ancestros, por milenios sólo conoció dinastías corruptas, anarquía, conquistadores, caciques guerreros y dictadores. Y remató diciendo:» Schmidt es un hombre inteligente, de inmediato advirtió y se dio cuenta de lo absurdo de su pregunta».              

 Este análisis es válido para muchos países que tienen que cambiar el sistema y la receta económica, política y social. América Latina es el continente más inestable del planeta y dentro de ella el caso venezolano es quizás el más preocupante y dramático por su deterioro.

El aspecto cultural pesa sin duda en esto. Pero lo que sí es claro es que la receta para la prosperidad es universal. Hay que cambiar el sistema y construir una economía libre.  Los planteamientos y reflexiones de Lee Kuan Yew son válidos, además de ofrecer una experiencia y ejemplo de éxito. Lo que si queda claro es que hay que buscar el Rumbo al Primer Mundo.

@NestorSuarezRB

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